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viernes, 7 de noviembre de 2014

#LaRonda (1): Prejuicios con las micros

Recojo aquí el guante arrojado por El Jardín del Lúpulo para recuperar #LaRonda, una iniciativa para compartir temática a la hora de crear contenidos cruzados...

En esta ocasión, el tema común son los prejuicios a la hora de juzgar el producto elaborado por las cerveceras artesanales españolas...

¿Existen realmente prejuicios cuando nos enfrentamos a una cerveza elaborada al sur de los Pirineos?

Pues no voy a decir que no existan. En muchas ocasiones fundados en experiencias previas, y en muchas otras inevitables, dado el modelo de negocio que impera en España.

Empezando por el principio: ¿Qué es un prejuicio?

El diccionario de la Real Academia Española de la lengua nos lo define perfectamente en su segunda acepción:

prejuicio
1. m. Acción y efecto de prejuzgar.
2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.

Es decir, cualquier opinión previa que tengamos en referencia a algo sin disponer de un conocimiento previo, se puede considerar prejuicio. Y claro, por lo habitual estas suelen ser negativas.

¿Opinar en base a experiencias previas se puede considerar prejuicio? Solo si no se está seguro de que se cumplen las mismas condiciones que propiciaron la experiencia previa. Si se está seguro, entonces es experiencia y conocimiento informado, no prejuicio.


Prejuicios planificados


Vale, es algo que suena raro. Nadie planifica tener prejuicios contra nada... Pero en base a la planificación del modelo de explotación de las micros en España, nos encontramos con bastantes situaciones que podemos etiquetar como prejuicios.

Es decir:

Dado como se elaboran (un importante y significativo número de) las cervezas artesanales en España, partes del proceso introducen variables que la experiencia nos hace esperar de forma tal vez inconsciente en todas las cervezas de producción nacional.

Por ejemplo, algo que por desgracia tiendo a esperar de una cerveza artesana española que no he probado todavía es un nivel de carbonatación impredecible, fruto del acondicionamiento en botella. Desgraciadamente casi todas las cervezas que se distribuyen con la coletilla de artesana elaboradas en España están refermentadas en botella con el fin de obtener le carbonatación final. Y digo desgraciadamente porque considero que es un atavismo del modelo de elaboración.

Así mismo, he aprendido a temer variaciones en las recetas de un lote de elaboración a otro. No se si es culpa de los equipos, si es culpa de las materias primas, si es culpa de los cerveceros, que quieren seguir experimentando sobre la receta una vez está en la calle, o sencillamente que no son capaces de obtener una calidad consistente y de forma continuada. Pero hay cerveceros que no sacan dos lotes iguales de la misma cerveza así los maten...Y eso sin ponernos a calibrar las diferencias entre las elaboraciones embotelladas y sus contrapartidas envasadas en barril...

Otras cosa que tengo miedo a encontrar cuando pruebo una cerveza nacional: Las omnipresentes características de la misma puta cepa de levadura. En serio, parece que todo el mundo use la misma levadura, que aporta las mismas características a la cerveza independientemente del estilo... Es algo con lo que he aprendido a vivir, que remedio, pero que todavía me mosquea un poco. Por eso de vez en cuando me gusta probar con las lagers artesanales, que sin ser demasiado vistosas, sí que se salen de la tónica habitual...

El que una cerveza no se corresponda con el estilo con el que está etiquetada es otra de las cosas que a veces me tira para atrás... Sobre todo si viene de elaboradores, digamos que con antecedentes... No puedes decir que una cerveza es una IPA si no se ciñe a las características mínimas del estilo, ni justificar esta desviación inventándote un adjetivo jocoso. Si no sabes en que estilo englobarla... ¡No lo hagas! ¡Llámala Cerveza de Autor y explica qué la hace especial!

Por último, algo que siempre temo cuando pruebo una cerveza nueva (como tendero hay veces que me traen muestras para valorar y ver si las implanto en la tienda o no), es la receta inacabada... Puede ser que la receta sea la favorita del elaborador y su círculo íntimo de colaboradores. Puede ser que la receta sea perfecta sobre el papel. Puede ser que, sencillamente, el elaborador tuviese una gran receta cuando la diseñó, pero al escalarla para elaborar a nivel comercial se haya desequilibrado. Es esa cerveza que no te dice nada, que no se parece al estandard del estilo elegido, o que sencillamente, no invitarías a una ni a tu peor enemigo... Esa cerveza que sabes internamente que no vas a poder vender mas que a los coleccionistas de botellas. Y solo a los que las guardan cerradas.


Sí, antes de probar algo desconocido (o no) suelo temer todo esto... Y la culpa no es de que yo sea un paranoico, que lo soy.


Prejuicios circunstanciales


Es lamentable que, en ocasiones, te encuentres con situaciones que te hagan temer encontrarte lo mismo en otra elaboración nacional. Son problemas o defectos que no tienen que ver con la planificación o elaboración de la cerveza, sino con circunstancias ajenas a las mismas.

Entre estas citaré las contaminaciones. No son frecuentes, y a menos que hayas tenido una mala experiencia con una cerveza en concreto, no sueles esperarla... Pero ay, amigo... Si me encuentro una contaminada, reviso al azar al menos un par de botellas más del mismo lote para descartar que sea algo generalizado... Y después, en cuanto acabo aquel lote, hago más catas aleatorias del siguiente (y eso significa cervezas que no vendo) por si acaso...

Algo que despierta mi suspicacia también son las experimentaciones sin tino. Vamos a ver, si eres un cervecero consagrado, que ha elaborado cierto número de cervezas que han triunfado a nivel comercial, te lo puedes permitir. Pero si tienes un catálogo de dos cervezas que no vendes ni a tus colegas más allegados, no intentes salvar los platos con una nueva invención magistral que te acabas de sacar de la manga... Porque puede ser la caña, pero te vas a encontrar que la gente es reticente a probarla.

Algo que en ocasiones me ha generado algo de ansiedad son las cervezas aparentemente sin madurar... Aquella cerveza que tras dos días en la estantería, todavía se remueve el poso de la levadura cada vez que la mueves... Cervezas que a lo mejor hubiesen necesitado un par de semanitas más de guarda antes de salir al mercado para acabar de redondear sus características...


Vaya, acabo de darme cuenta de que sí que tengo prejuicios con las micros nacionales...

En fin. A mi como vendedor, los prejuicios me afectan de forma diferente que aun cliente final.

En primer lugar, si se trata de una implantación de producto (una cerveza que nunca antes había tenido en la tienda), me obligan a revisar minuciosamente la botella de control (que después de bebida, si lo merece, irá al escaparate). Si la cerveza pasa el corte y considero que es vendible, pasa a la estantería.

En segundo lugar, si es un lote nuevo de un producto ya implantado y si no ha habido ninguna mala experiencia previa, suelo obviar la mayoría de ellos, excepto tal vez la variabilidad entre lotes o la inconsistente carbonatación, a menos que tenga algún indicador visual de que puede haber problemas (anillos de concreción en el interior de las botellas, sedimentos flotones, inclusiones visibles...).

Y claro, después obtengo el feedback de mis clientes... Una mala impresión por parte de un cliente dispara la paranoia, y paso a las comprobaciones sistemáticas, las listas negras y demás subproductos de los prejuicios.

Salus et Birras...

By Mikel...

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