Segunda entrega de la nueva Ronda, vigésimo octava según la notación clásica que se ha convenido en mantener.
En este caso el tema lo propone Jorge Solana, de CERVERIANA, quien está interesado en conocer nuestras opiniones en relación a esa relación especial de odio/odio que parece existir entre los juntaletras que escribimos en los blogs y los juntamaltas que hacen cerveza y tienen la desfachatez de querer venderla.
Pues me voy a permitir un lujo, y es el de ser algo más lámbico de lo habitual (chiste muy friki que hace relación a cierta característica de acidez presente en las cervezas de fermentación espontánea... aclaración de cortesía para mis seguidores no vinculados al mundillo). Como ya he expresado en varias ocasiones, mi casa, mis reglas.
Por supuesto mi opinión la doy desde la perspectiva del bloguero.
Hay quien defiende la honestidad en esta relación como el decir lo que se piensa independientemente de la relación que mantengas con el elaborador. Y respeto ese punto de vista, aunque no lo comparto.
Hay quien defiende la responsabilidad como no airear determinadas situaciones para no hacer daño al sector. Opinión que respeto pero tampoco comparto.
Porque mi caso no tiene demasiado que ver con el de otros blogueros. Porque yo tengo una tienda. Y porque mi trato con los cerveceros lo abordo desde una óptica que poco o nada tiene que ver con la de la mayoría de otros blogueros.
Para mí, honestidad y responsabilidad van juntas, y pasan por decir a cada uno lo que necesita saber con la máxima sinceridad posible.
Esto se traduce en dos máximas que marcan la idiosincrasia de este blog:
No hago crítica de cerveza. Y la razón es muy sencilla: no voy a criticar cervezas que no tenga en la tienda. Eso, directamente, ya pondría en entredicho la objetividad de mis críticas. Y si considero que una cerveza es mala, no voy a ser tan hipócrita de venderla. Además hay un pequeño qué, algo que comento a mis clientes in situ. Y es que mi opinión es solo mía, porque yo tengo mis gustos, que pueden no tener nada que ver con los de mis clientes. Y sí, puedo ver objetivamente las cualidades que tiene una cerveza. Y puedo destacar las que suponen una ventaja o carácter deseable para un cliente en concreto. Pero no puedo evaluarla de forma objetiva.
No soy inefable, al fin y al cabo.
Por otra parte la variabilidad crónica entre lotes distintos de las mismas recetas que afecta a algunos elaboradores (y no, no es una puya hacia algún fabricante en concreto; es un puto hecho objetivo), hace que una crítica en concreto pierda su validez a la que el cervecero saca un nuevo lote.
La segunda máxima es que nunca trato en este blog temas que haya tratado a nivel profesional con nadie del sector. Porque al lector le puede parecer un tema interesante, pero yo considero que esa información no solo no les va a servir de nada, sino que puede incluso resultarle perjudicial. O a mi. O a mi interlocutor en el tema en cuestión
Como ya deberíais saber, nadie me obliga a escribir sobre un tema en concreto, aunque acepte sugerencias si las considero pertinentes. O sea que, como todos los blogueros, escribo sobre lo que me rota, como me rota y cuando me rota. Y no tendría por qué dar a nadie explicaciones al respecto si no viniese al caso con el tema.
Algo que tampoco hago, aunque se debería sobreentender, es hablar de algo que no conozca o haya investigado de primera mano (a excepción de algún caso en el que así se especifique). Jamás se me ocurriría opinar, por ejemplo, sobre un local o una feria que no conozca de primera mano, ni explicar bondades que cualquiera que haya estado puede comprobar no son ciertas, ni mencionar un catálogo de productos que de un simple vistazo se demuestre inexacto.
Sí, lo se; todavía no he hablado de locales o ferias en detalle (salvo una mención bastante impersonal de la pasada edición del BBF)... Tiempo al tiempo, ¿Ok? Me reservo el derecho a hacerlo cuando así lo vea conveniente. Y sí, se que no tiene mucho que ver con el tema de la entrada, pero ya puestos a sincerarnos...
Bien, ya hemos dejado claro lo que no hago. Definamos pues mi relación con los cerveceros, que es de lo que va la entrada, y lo que sí hago.
A mi, si me invita o regala una cerveza un elaborador o distribuidor, no es como bloguero, sino como tendero. El cervecero no quiere comprar una opinión positiva en mi blog porque tenga once mil seguidores en Facebook; quiere darme a conocer sus productos para que yo se los venda. Y si encuentro algo objetable en relación a la cerveza, que lo he encontrado, y no una sola vez, se lo digo al principal interesado: el cervecero. O en su defecto al distribuidor si no tengo contacto directo con él.
Porque como he expresado en más de una ocasión, el primer interesado en que la cerveza sea cojonuda es el elaborador, que es el que tiene que vender toda la producción para al menos cubrir costes. Y si yo detecto un problema, el único capacitado para descubrir su origen y corregirlo, es el cervecero.
¿Es por estas razones mi relación con los cerveceros diferente a la de otros blogueros? Supongo que sí. Y seguramente algunas de las conversaciones que he tenido con varios de ellos pudiera reproducirse en un ambiente distendido, con buena música, buena cerveza y buena compañía.
Pero es una relación profesional, que no requiere ser compartida a nivel público en este medio, ya que ni esa es la intención del blog, ni mis intereses comerciales lo justificarían.
Aunque, como todo en la vida, ¿quién puede decir qué pasará en el futuro?
Salus et Birras...
By Mikel...
En este caso el tema lo propone Jorge Solana, de CERVERIANA, quien está interesado en conocer nuestras opiniones en relación a esa relación especial de odio/odio que parece existir entre los juntaletras que escribimos en los blogs y los juntamaltas que hacen cerveza y tienen la desfachatez de querer venderla.
Pues me voy a permitir un lujo, y es el de ser algo más lámbico de lo habitual (chiste muy friki que hace relación a cierta característica de acidez presente en las cervezas de fermentación espontánea... aclaración de cortesía para mis seguidores no vinculados al mundillo). Como ya he expresado en varias ocasiones, mi casa, mis reglas.
Por supuesto mi opinión la doy desde la perspectiva del bloguero.
Honestidad vs. Responsabilidad
Hay quien defiende la honestidad en esta relación como el decir lo que se piensa independientemente de la relación que mantengas con el elaborador. Y respeto ese punto de vista, aunque no lo comparto.
Hay quien defiende la responsabilidad como no airear determinadas situaciones para no hacer daño al sector. Opinión que respeto pero tampoco comparto.
Porque mi caso no tiene demasiado que ver con el de otros blogueros. Porque yo tengo una tienda. Y porque mi trato con los cerveceros lo abordo desde una óptica que poco o nada tiene que ver con la de la mayoría de otros blogueros.
Para mí, honestidad y responsabilidad van juntas, y pasan por decir a cada uno lo que necesita saber con la máxima sinceridad posible.
Esto se traduce en dos máximas que marcan la idiosincrasia de este blog:
No hago crítica de cerveza. Y la razón es muy sencilla: no voy a criticar cervezas que no tenga en la tienda. Eso, directamente, ya pondría en entredicho la objetividad de mis críticas. Y si considero que una cerveza es mala, no voy a ser tan hipócrita de venderla. Además hay un pequeño qué, algo que comento a mis clientes in situ. Y es que mi opinión es solo mía, porque yo tengo mis gustos, que pueden no tener nada que ver con los de mis clientes. Y sí, puedo ver objetivamente las cualidades que tiene una cerveza. Y puedo destacar las que suponen una ventaja o carácter deseable para un cliente en concreto. Pero no puedo evaluarla de forma objetiva.
No soy inefable, al fin y al cabo.
Por otra parte la variabilidad crónica entre lotes distintos de las mismas recetas que afecta a algunos elaboradores (y no, no es una puya hacia algún fabricante en concreto; es un puto hecho objetivo), hace que una crítica en concreto pierda su validez a la que el cervecero saca un nuevo lote.
La segunda máxima es que nunca trato en este blog temas que haya tratado a nivel profesional con nadie del sector. Porque al lector le puede parecer un tema interesante, pero yo considero que esa información no solo no les va a servir de nada, sino que puede incluso resultarle perjudicial. O a mi. O a mi interlocutor en el tema en cuestión
Como ya deberíais saber, nadie me obliga a escribir sobre un tema en concreto, aunque acepte sugerencias si las considero pertinentes. O sea que, como todos los blogueros, escribo sobre lo que me rota, como me rota y cuando me rota. Y no tendría por qué dar a nadie explicaciones al respecto si no viniese al caso con el tema.
Algo que tampoco hago, aunque se debería sobreentender, es hablar de algo que no conozca o haya investigado de primera mano (a excepción de algún caso en el que así se especifique). Jamás se me ocurriría opinar, por ejemplo, sobre un local o una feria que no conozca de primera mano, ni explicar bondades que cualquiera que haya estado puede comprobar no son ciertas, ni mencionar un catálogo de productos que de un simple vistazo se demuestre inexacto.
Sí, lo se; todavía no he hablado de locales o ferias en detalle (salvo una mención bastante impersonal de la pasada edición del BBF)... Tiempo al tiempo, ¿Ok? Me reservo el derecho a hacerlo cuando así lo vea conveniente. Y sí, se que no tiene mucho que ver con el tema de la entrada, pero ya puestos a sincerarnos...
Al Cesar lo que el del Cesar, y Bygvvir lo que es de Byggvir
Bien, ya hemos dejado claro lo que no hago. Definamos pues mi relación con los cerveceros, que es de lo que va la entrada, y lo que sí hago.
A mi, si me invita o regala una cerveza un elaborador o distribuidor, no es como bloguero, sino como tendero. El cervecero no quiere comprar una opinión positiva en mi blog porque tenga once mil seguidores en Facebook; quiere darme a conocer sus productos para que yo se los venda. Y si encuentro algo objetable en relación a la cerveza, que lo he encontrado, y no una sola vez, se lo digo al principal interesado: el cervecero. O en su defecto al distribuidor si no tengo contacto directo con él.
Porque como he expresado en más de una ocasión, el primer interesado en que la cerveza sea cojonuda es el elaborador, que es el que tiene que vender toda la producción para al menos cubrir costes. Y si yo detecto un problema, el único capacitado para descubrir su origen y corregirlo, es el cervecero.
¿Es por estas razones mi relación con los cerveceros diferente a la de otros blogueros? Supongo que sí. Y seguramente algunas de las conversaciones que he tenido con varios de ellos pudiera reproducirse en un ambiente distendido, con buena música, buena cerveza y buena compañía.
Pero es una relación profesional, que no requiere ser compartida a nivel público en este medio, ya que ni esa es la intención del blog, ni mis intereses comerciales lo justificarían.
Aunque, como todo en la vida, ¿quién puede decir qué pasará en el futuro?
Salus et Birras...
By Mikel...
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