Vuelvo a participar en esta iniciativa que es La Ronda, donde los responsables de distintos blogs procuramos dar una visión particular sobre un tema común. En este caso, Joan Birraire ha decidido proponer un tema espinoso, flexible y ambiguo como él solo: Mujeres y cerveza. Y ahí lo deja. Si quieres participar, compóntelas como te de la gana.
Pues vamos al lío.
La figura de la mujer ha estado vinculada con la cerveza desde tiempos inmemoriales. Desde aquella tribu de cazadores recolectores que un día descubrió que del grano se podía extraer algo más que pan. Sin duda, las mujeres fueron las encargadas de preparar este suculento brebaje en el principio de los tiempos, justo antes de que sus características intoxicantes la pusiesen en manos exclusivas de brujos y chamanes, como enteógeno (un medio para alcanzar otro plano de consciencia). Pero ha llovido mucho desde entonces, y la mujer ha pasado a un segundo plano al hablar de la cerveza. Por alguna extraña razón, la mujer ocupa un importante puesto como elemento de márketing para las grandes empresas cerveceras del mundo, y muy pocas las contemplan como target para sus productos estrella.
Si hacemos una búsqueda por internet con las palabras mujer y cerveza unidas por un operador lógico (el símbolo +), el sesenta por ciento de los resultados que nos arroje nuestro buscador estará relacionado con la imagen de la mujer asociada al consumo de cerveza en campañas publicitarias dirigidas hacia hombres, el treinta por ciento serán bromas y fanservice vario, mostrando mujeres y cerveza en un contexto más o menos humorístico, de peor o mucho peor gusto, evidentemente creado para el disfrute y diversión de un público eminentemente masculino, y solo un diez por ciento de los resultados, suponiendo que lleguen a tanto, serán testimonios o imágenes reales de mujeres disfrutando de una cerveza.
Pero, ¿como hemos llegado a este punto, en el que la mujer se ve cosificada hasta el punto de que solo se le considera un complemento para la cerveza, como pueden serlo unos panchitos o unas patatas bravas? Supongo que el origen del problema debemos buscarlo en las sociedades patriarcales del siglo XIX, para las que la cerveza era un producto barato de consumo mayoritariamente masculino. Sí, creo que el culpable es el pub inglés de la era victoriana, en que el cansado trabajador recién salido de la planta de carbón buscaba refugio en torno a su pinta de mild o bitter... En aquellos tiempos es empezó a fraguar la imagen del bebedor de cerveza como un miembro del género masculino, poco refinado, que tomaba cerveza en grandes cantidades... Y eso no significa que las mujeres no bebiesen cerveza, por supuesto que no... Solo que no estaba bien visto que lo hiciesen en público. Y claro, en aquella época, no era excesivamente común el consumirla en casa...
Con los años esa asociación del binomio hombre/cerveza se ha llegado a institucionalizar, siendo la mayoría de asociaciones entre cerveza y consumidor orientadas principalmente hacia un público masculino, enfatizando la relación entre cerveza y diversiones de corte varonil, como los deportes. Y como todo el mundo sabe, para todo hombre que se precie, solo hay cosa más atractiva que una cerveza, y es una mujer. De ahí al marketing más zafio y machista solo hay un paso.
Vale, sí... Es un estereotipo. Pero coño, a las pruebas me remito (mujer+cerveza).
El nuevo marketing políticamente correcto parece pretender desplazar a la mujer-objeto-gancho en favor de la mujer-objeto-compañera-gancho, mostrando a chicas que se divierten mientras beben cerveza en compañía de... Tíos. Y si os fijáis, no dejan de ser una versión light de los mismos anuncios, en los que la mujer cosificada como gancho para la venta tan solo adquiere un rol marginal como coprotagonista de la campaña, una campaña que no está dirigida a ellas como consumidor principal del producto...
A la mujer no le gusta la cerveza... O dicho de otra forma, a la mujer, generalmente, no le gusta ese brebaje ligeramente alcohólico, efervescente y espumoso que, al parecer, los tíos disfrutamos bebiendo como refresco a todas horas... Simplificando, que como a la mujer no le suele gustar la cerveza procesada a nivel industrial, los grandes fabricantes no la contemplan como su target mayoritario. De hecho, hay incluso rasgos negativos asociados al consumo de cerveza introducidos en la cultura popular que parecen haber nacido precisamente para mantener a la mujer alejada de la cerveza, como el ampliamente extendido concepto barriga cervecera. Hay que joderse...
Hay que joderse, porque como vendedor de cerveza, yo puedo atestiguar que a las mujeres sí les gusta la buena cerveza... Entre mis clientes habituales hay no pocas mujeres, que disfrutan tanto como los hombres con la cerveza, incluidos los estilos más radicales. Pero sí que puedo decir que, por regla general, las mujeres suelen buscar algo distinto en la cerveza, que evidentemente los grandes productores no les pueden ofrecer.
Por que sí, los hombres hemos llegado a aprender a apreciar la buena cerveza después de desencantarnos con las industriales. Pero hemos trasegado mucha cerveza antes de cansarnos de ella. Y hay mujeres que han seguido el mismo proceso que nosotros, claro que sí. Pero la proporción parece ser muy inferior. Siempre, claro, según los grandes gurús del marketing.
Y sin embargo, cuando se trata de la buena cerveza, resulta que ellas lo tienen tan claro como los hombres. Buscan sabores y aromas complejos en la cerveza. Buscan matices, algo completamente ajeno a las cervezas industriales. Tal vez sean menos viscerales a la hora de elegir la cerveza, más sofisticadas. Posiblemente podamos decir que son diferentes en su aproximación, pero iguales en la resolución: si la cerveza es buena, les gusta.
Chúpate esa, gurú del marketing.
Por mi experiencia personal, muchas mujeres huyen por principio de etiquetas como amarga, fuerte o alcohólica al elegir una cerveza, pero se sienten atraídas por características como aromática, sabrosa, especiada... Y sin embargo, cuando dos de estas características se combinan, como por ejemplo el amargor y el aroma característico de una buena IPA, en sus juicios destacan más la parte positiva que la negativa (desde su punto de vista). Hay muchas mujeres que cuando dicen no me gusta la cerveza, se refieren a que no les gusta la cerveza industrial, la única que han conocido con anterioridad. Y sin embargo, cuando empiezan a probar la cerveza artesanal, si encuentran el gusto por el producto, suelen ser más aventureras que los hombres. Son más flexibles a la hora de dejarse aconsejar, y al no partir de una idea preconcebida, están más dispuestas a experimentar y conocer estilos diferentes.
Al final va a resultar que la mujer y la cerveza están relacionadas en más aspectos de los que creíamos... Y sí, señores gurús del marketing, habéis estado obviando durante todos estos años a un sector de consumidoras potenciales que podrían haber aumentado muchísimo las ventas. Y no es necesario crear productos específicos para mujeres, como cervezas bajas en calorías, cervezas más aromáticas y menos amargas, o cervezas rosas... Cualquier mujer es perfectamente capaz de evaluar y disfrutar de una buena cerveza. Solamente necesitan conocer el producto y encontrar aquel estilo ideal por el que iniciarse en el complejo mundillo de la cerveza de calidad, ya que el criterio, lo llevan de serie.
Así que, queridos lectores, si conocéis alguna mujer que diga que no le gusta la cerveza, en lugar de desentenderos del tema y sacar de la nevera un lambrusquito para acompañar la cena, inquirid en las razones de ese disgusto. El noventa y nueve por ciento de las veces la realidad se limita a que no han probado todavía una cerveza que les guste... Y mira que no hay cervezas distintas para empezar a experimentar, ¿verdad?
Y si explorar el maravilloso mundo de la cerveza es una aventura de proporciones épicas, imaginad el poder hacerlo con una compañera...
Porque no nos engañemos, siempre tirarán más que dos carretas un buen par de...
Pintas de cerveza, malpensaos...
Salus et Birras...
By Mikel...
Pues vamos al lío.
La mujer y la birra, ¿complementos indisociables?
La figura de la mujer ha estado vinculada con la cerveza desde tiempos inmemoriales. Desde aquella tribu de cazadores recolectores que un día descubrió que del grano se podía extraer algo más que pan. Sin duda, las mujeres fueron las encargadas de preparar este suculento brebaje en el principio de los tiempos, justo antes de que sus características intoxicantes la pusiesen en manos exclusivas de brujos y chamanes, como enteógeno (un medio para alcanzar otro plano de consciencia). Pero ha llovido mucho desde entonces, y la mujer ha pasado a un segundo plano al hablar de la cerveza. Por alguna extraña razón, la mujer ocupa un importante puesto como elemento de márketing para las grandes empresas cerveceras del mundo, y muy pocas las contemplan como target para sus productos estrella.
Si hacemos una búsqueda por internet con las palabras mujer y cerveza unidas por un operador lógico (el símbolo +), el sesenta por ciento de los resultados que nos arroje nuestro buscador estará relacionado con la imagen de la mujer asociada al consumo de cerveza en campañas publicitarias dirigidas hacia hombres, el treinta por ciento serán bromas y fanservice vario, mostrando mujeres y cerveza en un contexto más o menos humorístico, de peor o mucho peor gusto, evidentemente creado para el disfrute y diversión de un público eminentemente masculino, y solo un diez por ciento de los resultados, suponiendo que lleguen a tanto, serán testimonios o imágenes reales de mujeres disfrutando de una cerveza.
Pero, ¿como hemos llegado a este punto, en el que la mujer se ve cosificada hasta el punto de que solo se le considera un complemento para la cerveza, como pueden serlo unos panchitos o unas patatas bravas? Supongo que el origen del problema debemos buscarlo en las sociedades patriarcales del siglo XIX, para las que la cerveza era un producto barato de consumo mayoritariamente masculino. Sí, creo que el culpable es el pub inglés de la era victoriana, en que el cansado trabajador recién salido de la planta de carbón buscaba refugio en torno a su pinta de mild o bitter... En aquellos tiempos es empezó a fraguar la imagen del bebedor de cerveza como un miembro del género masculino, poco refinado, que tomaba cerveza en grandes cantidades... Y eso no significa que las mujeres no bebiesen cerveza, por supuesto que no... Solo que no estaba bien visto que lo hiciesen en público. Y claro, en aquella época, no era excesivamente común el consumirla en casa...
Con los años esa asociación del binomio hombre/cerveza se ha llegado a institucionalizar, siendo la mayoría de asociaciones entre cerveza y consumidor orientadas principalmente hacia un público masculino, enfatizando la relación entre cerveza y diversiones de corte varonil, como los deportes. Y como todo el mundo sabe, para todo hombre que se precie, solo hay cosa más atractiva que una cerveza, y es una mujer. De ahí al marketing más zafio y machista solo hay un paso.
Vale, sí... Es un estereotipo. Pero coño, a las pruebas me remito (mujer+cerveza).
El nuevo marketing políticamente correcto parece pretender desplazar a la mujer-objeto-gancho en favor de la mujer-objeto-compañera-gancho, mostrando a chicas que se divierten mientras beben cerveza en compañía de... Tíos. Y si os fijáis, no dejan de ser una versión light de los mismos anuncios, en los que la mujer cosificada como gancho para la venta tan solo adquiere un rol marginal como coprotagonista de la campaña, una campaña que no está dirigida a ellas como consumidor principal del producto...
La amarga realidad
A la mujer no le gusta la cerveza... O dicho de otra forma, a la mujer, generalmente, no le gusta ese brebaje ligeramente alcohólico, efervescente y espumoso que, al parecer, los tíos disfrutamos bebiendo como refresco a todas horas... Simplificando, que como a la mujer no le suele gustar la cerveza procesada a nivel industrial, los grandes fabricantes no la contemplan como su target mayoritario. De hecho, hay incluso rasgos negativos asociados al consumo de cerveza introducidos en la cultura popular que parecen haber nacido precisamente para mantener a la mujer alejada de la cerveza, como el ampliamente extendido concepto barriga cervecera. Hay que joderse...
Hay que joderse, porque como vendedor de cerveza, yo puedo atestiguar que a las mujeres sí les gusta la buena cerveza... Entre mis clientes habituales hay no pocas mujeres, que disfrutan tanto como los hombres con la cerveza, incluidos los estilos más radicales. Pero sí que puedo decir que, por regla general, las mujeres suelen buscar algo distinto en la cerveza, que evidentemente los grandes productores no les pueden ofrecer.
Por que sí, los hombres hemos llegado a aprender a apreciar la buena cerveza después de desencantarnos con las industriales. Pero hemos trasegado mucha cerveza antes de cansarnos de ella. Y hay mujeres que han seguido el mismo proceso que nosotros, claro que sí. Pero la proporción parece ser muy inferior. Siempre, claro, según los grandes gurús del marketing.
Y sin embargo, cuando se trata de la buena cerveza, resulta que ellas lo tienen tan claro como los hombres. Buscan sabores y aromas complejos en la cerveza. Buscan matices, algo completamente ajeno a las cervezas industriales. Tal vez sean menos viscerales a la hora de elegir la cerveza, más sofisticadas. Posiblemente podamos decir que son diferentes en su aproximación, pero iguales en la resolución: si la cerveza es buena, les gusta.
Chúpate esa, gurú del marketing.
Por mi experiencia personal, muchas mujeres huyen por principio de etiquetas como amarga, fuerte o alcohólica al elegir una cerveza, pero se sienten atraídas por características como aromática, sabrosa, especiada... Y sin embargo, cuando dos de estas características se combinan, como por ejemplo el amargor y el aroma característico de una buena IPA, en sus juicios destacan más la parte positiva que la negativa (desde su punto de vista). Hay muchas mujeres que cuando dicen no me gusta la cerveza, se refieren a que no les gusta la cerveza industrial, la única que han conocido con anterioridad. Y sin embargo, cuando empiezan a probar la cerveza artesanal, si encuentran el gusto por el producto, suelen ser más aventureras que los hombres. Son más flexibles a la hora de dejarse aconsejar, y al no partir de una idea preconcebida, están más dispuestas a experimentar y conocer estilos diferentes.
Al final va a resultar que la mujer y la cerveza están relacionadas en más aspectos de los que creíamos... Y sí, señores gurús del marketing, habéis estado obviando durante todos estos años a un sector de consumidoras potenciales que podrían haber aumentado muchísimo las ventas. Y no es necesario crear productos específicos para mujeres, como cervezas bajas en calorías, cervezas más aromáticas y menos amargas, o cervezas rosas... Cualquier mujer es perfectamente capaz de evaluar y disfrutar de una buena cerveza. Solamente necesitan conocer el producto y encontrar aquel estilo ideal por el que iniciarse en el complejo mundillo de la cerveza de calidad, ya que el criterio, lo llevan de serie.
Así que, queridos lectores, si conocéis alguna mujer que diga que no le gusta la cerveza, en lugar de desentenderos del tema y sacar de la nevera un lambrusquito para acompañar la cena, inquirid en las razones de ese disgusto. El noventa y nueve por ciento de las veces la realidad se limita a que no han probado todavía una cerveza que les guste... Y mira que no hay cervezas distintas para empezar a experimentar, ¿verdad?
Y si explorar el maravilloso mundo de la cerveza es una aventura de proporciones épicas, imaginad el poder hacerlo con una compañera...
Porque no nos engañemos, siempre tirarán más que dos carretas un buen par de...
Pintas de cerveza, malpensaos...
Salus et Birras...
By Mikel...
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