Postureo, también conocido a lo largo de la historia como fantasmeo, vacile, ir de listo, tirarse el moco, dárselas de experto... En resumidas cuentas, pretender ser un entendido en un campo concreto teniendo, a lo sumo, un conocimiento superficial de la materia.
Nada nuevo bajo el sol, vamos.
Porque fantasmas, vaciletas, listillos, filósofos de la barra y expertos de carajillo los ha habido y los habrá siempre. Sobre todo en campos populares. ¿A cuántos
entrenadores de cafetín conocéis, que el lunes por la mañana ponen a parir al entrenador de su equipo de futbol si este ha perdido el último partido jugado? ¿Cuántos
analistas de andar por casa se permiten criticar la actitud de tal o cual político, ofreciendo soluciones socioeconómicas descabelladas que a nadie le interesan? ¿Cuántos
expertos en política internacional se permiten criticar la actitud de los países occidentales en el conflicto sirio, sin tener ni puta idea de lo que es una guerra?
Fantasmas todos. Vaciletas. Listillos. Enteraos del Porompompero. Posturistas.
Gente que necesita reafirmar su baja autoestima mostrándose mejores que alguien en algo. Y cuanta más notoriedad tenga ese algo, mejor. Y oye, Internet y las redes sociales dan pie a que cualquier mindundi exprese su opinión frente a miles, millones de personas. Y les permite alcanzar una notoriedad que antes no podrían obtener, limitándose a expresar lo que creen pensar en el bar de debajo de casa, frente a la máquina de café en la oficina, en torno a una cerveza con los colegas.
Y aun peor: Internet abre la puerta a aquellos que en circunstancias normales, dadas sus nulas habilidades sociales, no se permitirían dar su opinión en público frente a interlocutores de carne y hueso. Internet y las redes sociales les proporcionan el anonimato de los
nicknames, permitiéndoles vivir una vida falsa, en la que se creen personas poderosas ya que su opinión es leída por muchas personas, que pueden o no compartirla, pero que la tienen en cuenta. Y desaparece el fantasma. Desaparece el vacileta. Y solo queda el posturista, oculto tras la aséptica opinión escrita que se puede llegar a propagar de forma viral por todo internet, otorgándole esa falsa sensación de poder.
Y opinan sobre aquello que les permita alcanzar una mayor notoriedad. Sobre videojuegos de moda. Sobre la última película estrenada que haya causado expectación. Sobre la última serie que arrasa audiencias. Sobre, a efectos prácticos, todo aquello que esté de moda.
Y entonces descubren la cerveza artesana.
Y descubren que hay todo un mundo por explorar, que está empezando a agitarse y crece a buen ritmo.
Donde hace falta gente con opiniones formadas para guiar a las masas ignorantes.
Donde las masas huérfanas de información y opinión propias
necesitan conocer y compartir su postura al respecto.
Todo esto, visto desde su particular punto de vista, por supuesto.
Ni bueno, ni malo, sino todo lo contrario
Ya sabemos lo que es un posturista, qué le mueve, por qué hace lo que hace. Pasemos a analizar su influencia en el mundo de la cerveza artesana.
Para empezar, dejemos claro que el fenómeno del posturista en nuestro campo es ligeramente distinto de las últimas digievoluciones que han convertido al típico fantasmilla filósofo de cafetín en el posturista de hoy,
It-Boy o
It-Girl* viral de Internet sin vida propia fuera de la pantalla. Y es que la cerveza viene asociada a una relación social vinculada a su consumo en público. Por eso en el mundo de la cerveza artesa haríamos bien en diferenciar entre dos tipos de posturistas, a los que llamaré el
Catador Snob y el
Bloguero Valiente.
El
Catador Snob es un posturista que dispone de un amplio círculo de seguidores, ya sea en la vida real o en cualquiera de las redes sociales en que se mueven sus
alter egos digitales. Suele ser el típico fantasmilla, listillo o
enterao del Porompompero que siempre tiene una opinión formada sobre todo, pero que en este caso concreto no se limita a compartirla, lo que de por sí ya sería bastante agobiante, sino que además trata de evangelizar a todo el mundo. Y no se limita a hacerlo en el bar con sus colegas. Extiende su actividad a las redes sociales y aplicaciones móviles más populares. Porque , hey, ¡es todo un experto! ¿Cómo puede la gente no darse cuenta de que
SU opinión es la única que cuenta? ¿Cómo pueden vivir los demás sin sus sabios y razonados consejos y opiniones?
Vale, reconozco que yo he pasado por esa fase durante una breve temporada. En mi defensa diré que estaba promocionando mi tienda, y mi labor evangelizadora no era más que una mala estrategia de márketing. Le di carpetazo en cuanto un colega me mostró lo equivocada de mi actitud de una forma bastante expeditiva: me bloqueó en
Facebook. Seguimos siendo amigos.
El
Bloguero Valiente, por otro lado, carece de las habilidades sociales necesarias para esparcir sus vastos conocimientos sobre las masas ignorantes en persona. No se relaciona con otros aficionados a la cerveza artesana, ya sea porque no puede físicamente, o porque no se atreve. Eso no importa. No lo hace. O lo hace de forma muy limitada. Y su necesidad de evangelización se vuelca por completo en las actividad on-line.
Por mucho que yo lo etiquete como
Bloguero Valiente, en realidad este tipo de posturista no tiene por qué mantener un blog. Vale, muchos lo hacen, pero no es obligatorio. No con la cantidad de redes sociales y aplicaciones móviles que existen, que le permiten expresar su opinión sin la necesidad de pararse a escribir en una bitácora. Son los típicos opinadores que se dedican a emitir sus juicios sobre esta o aquella cerveza, juicios muchas veces adulterados por las opiniones de terceros o las circunstancias concretas en que el producto ha llegado a sus manos, de forma exhaustiva y casi fanática. Es el típico personaje que analiza, categoriza y puntúa cada cerveza con minuciosidad, cuyas opiniones muchas veces parecen completamente arbitrarias o aleatorias a aquellos que han probado el mismo producto que analiza con tanta prolijidad, pero que para quien no conoce el producto, puede parecer una guía fiable en el proceloso mar de la cerveza artesana.
Pero pasemos a lo verdaderamente importante: ¿Es perjudicial el postureo para la cerveza artesana?
Pues no, la verdad. No es perjudicial, en tanto en cuanto sepamos identificarlo como tal. Lo perjudicial es que no siempre es posible reconocerlo, sobre todo en el segundo caso.
Contra el postureo, formación, o al menos, información
El mayor riesgo que representan los posturistas afecta a las bases de los que se inician en este mundillo. A aquellos que, movidos por la curiosidad, buscan información de primera mano. Y si tropiezan con uno de estos personajes, van a ver su experiencia empañada por unas opiniones condicionadas por el prisma del gurú al que decidan seguir. Gente curiosa, sin una opinión formada todavía, que se van a ver influidos, de forma positiva o negativa, por los consejos más o menos bienintencionados de aquel que solo busca notoriedad y aceptación. Y oye, si se trata de un
Catador Snob es algo más fácil descubrir donde acaba el disfrute y donde empieza el esnobismo. Determinar la fina línea divisoria entre lo que es una opinión personal y qué es puro espectáculo para impresionar a la concurrencia con unos conocimientos que pueden o no interesar al interlocutor. Pero en el caso de un
Bloguero Valiente... La falta de interacción personal limita mucho la capacidad de discernimiento del novato, impidiendo separar el grano de la paja y descubrir los límites entre la opinión sincera y el postureo. Y pueden ser estos posturistas los que más daño hagan al sector.
Porque una cosa es que alguien te haga probar una
Descantillated Big Fucking Reserve de
Chichinabuznesson From Rekjiavic en un bar, elogiando unas cualidades organolépticas que puedes encontrar o no en la cerveza, una calidad intrínseca con la que puedes coincidir o no. Otra muy distinta es que leas una opinión en
Birratrasiegapuntuaygana.com que dice que la
Muchamielda Diaerrilla Tocapelotingas Stout de
Chichinabez de Matalascañas es una puta mierda pinchá en un palo, y que treinta personas le hayan dado un
Me Mola a esa opinión.
En el primer caso puedes formarte una opinión documentada de primera mano sobre el producto en cuestión y sobre el opinador en concreto, en tanto en cuanto puedes contrastar tu experiencia personal con sus argumentaciones más o menos fundadas. En la segunda, a menos que seas un cervezófago bregado y sin una pizca de miedo o vergüenza en el cuerpo, corres el riesgo de aceptar como buena la opinión de esas treinta personas que han secundado la opinión del
Bloguero Valiente, y no probarás una cerveza que en su momento no gustó a una persona que, tal vez, ese día tenía un resfriado de aupa, la probó tras meterse entre pecho y espalda una
100.000 IBUs Muthafucka Black Pocking IPA de
Molamucheller que le dejó el paladar y la lengua en coma profundo durante dos días, le habían sentado mal los churros con chocolate del desayuno o sencillamente,
Chichinabez de Matalascañas es un fabricante que le cae como el culo. Y oye, igual te pierdes el cervezón de tu vida.
Y a lo peor,
Chichinabez de Matalascañas, una joven y prometedora cervecera ovetense que pretendía hacerse un hueco en el proceloso mar de la cerveza artesana a base de excelentes y trabajadas recetas, ve como caen en picado sus ventas por culpa de las opiniones vertidas por este y otros
Blogueros Valientes, propagadas sin control de forma viral gracias a este fantabuloso medio que es Internet, puestas a disposición de quienes conocen y quienes desconocen el mundillo por igual. Y desaparece como marca, acabando con los sueños de quienes pusieron toda su ilusión en forjar de la nada una empresa, y dejando huerfanitos a todos los que decubrieron en su catálogo de productos las excepcionales birras que elaboraban.
Por eso es importante contrastar la información obtenida de terceros con las experiencias personales. Y nunca fiarse de estas opiniones, por fundadas y documentadas que parezcan, al cien por ciento. Porque oye, un mal día lo tiene cualquiera, y de una birra te puede salir rana una sola botella de todo un lote (a mi me salieron tres botellas contaminadas de mi última elaboración, solo tres, de una receta que gustó mucho a quienes la cataron, excepto a estos tres conejillos de Indias voluntarios que se la encontraron ácida). Y un verdadero aficionado no se fía de las primeras impresiones. Ni siquiera de las suyas.
Fenómeno inevitable, peligro esquivable
Como ya he dejado claro antes, el postureo no es un fenómeno nuevo. Siempre ha existido, y siempre existirá. El verdadero peligro que rodea a esta práctica, presuntamente inofensiva, es el creer que cualquier cosa que parezca medianamente razonada o racionalizada es veraz al cien por ciento desde un punto de vista puramente objetivo. Y eso nunca es así.
Nunca, ninguna opinión, es veraz u objetiva en su totalidad. Porque las opiniones se basan en experiencias subjetivas. Y estas experiencias afectan no solo a la forma en que valoramos las cosas, sino que también afectan a la forma en que expresamos nuestra opinión.Y a la hora de escribir, es mucho más fácil esconder los hechos tras líneas y líneas de retórica, de forma que lo que pese más sean las palabras que rodean a la opinión que la opinión en sí. Y viceversa. Las aplicaciones para teléfonos móviles, tan de moda en el momento de redactar este texto, exigen una síntesis de nuestras opiniones completamente desprovista de contexto o matices aclaratorios, dando a la opinión vertida un peso con tendencia al absoluto completamente innecesario y contraproducente.
Por ejemplo, a mí, quienes me conocen, saben que no me gustan las cervezas de fermentación espontánea. Por eso nunca podré juzgarlas de forma objetiva. Puedo, eso sí, reconocer si están en consonancia con el estilo y si ofrecen lo que se espera de ellas basándome en criterios objetivos. Si me esfuerzo mucho, puedo explicar si una de estas cervezas va a agradar a los amantes del estilo o no. Pero nunca con la fluidez y facilidad que lo haré si hablo de una Imperial Stout, estilo del que me declaro un fanático seguidor y amante. Y yo tengo mucha, mucha práctica escribiendo. Pero en una aplicación para movil, como mucho, puedo cuantificar si me gusta, cuanto me gusta, y dejar un breve texto aclarando algún punto.
Por eso nunca haré una crítica catedrática sobre una cerveza. Me limitaré a dar mi opinión y explicar que no es nada más que eso, mía, y si la he de dejar por escrito, será lo más aséptica posible, para evitar caer en maniqueísmos gratuitos. Y preferiré antes darte la opción a probarla y formarte tu propia opinión, que imponerte yo la mia.
Porque paso de postureos. Y creo que tú deberías hacer lo mismo.
Pero no te cortes a la hora de expresar tu opinión. Hay mucha gente a la que puede interesarle lo que piensas. Tu opinión puede ayudar a alguien a tomar una decisión.
Sencillamente, no la expreses como si fuese la única verdad absoluta. No la impongas como si, quienes la vayan a leer, fuesen los acólitos sin criterio de una secta dedicada a ensalzar y compartir tus gustos y opiniones personales, con el único fín de alimentar tu ego y sanar tu maltrecha autoestima.
No me seas fantasma, coño...
Salus et Birras...
By Mikel...
*El fenómeno It Girl, originalmente acuñado para designar a una chica con algo especial, un encanto indefinible y que no se podía explicar, ha mutado y se ha retorcido, y se ha convertido en una moda viral donde chicas y chicos sin nada especial pretenden crear tendencias gracias a sus gustos y preferencias personales. Y algunos lo han conseguido, alcanzando una notoriedad transmedia. El epítome del posturista, vamos.