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Este es el blog de L'Art en Birra, una tienda de cerveza artesana, materiales y equipo para elaboración casera.
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sábado, 28 de marzo de 2015

After BBF 2015: Reflexiones sin resaca

Hace apenas dos semanas se celebró la tercera edición del Barcelona Beer Festival en las dependencias del Museu Maritim de Barcelona. Evidentemente asistimos, aunque los sentimientos que nos despertó fueron... Pensaba usar la palabra confusos, pero prefiero calificarlos como contradictorios.


Una gran idea de base


La idea tras el BBF es muy, muy buena: Una feria dedicada a la cerveza artesana distinta, muy orientada hacia la experimentación y que pretende dar la oportunidad a los asistentes de probar una gran variedad de cervezas; más de trescientas en esta ocasión.

También ofrece una variedad de actividades paralelas, como mesas redondas, charlas y unas jornadas de encuentro entre profesionales...

Además de todo esto, se celebra en un marco difícil de comparar: una de las salas del Museu Maritim de Barcelona.

Vale, pues la idea es buena, pero su funcionamiento tan solo pasable. Y eso siendo generoso.

Un escenario espectacular para un evento muy especial


Problemas organizativos


La idea de ofrecer trescientas birras distintas en una rotación constante de barriles es interesante, sobre todo si entre las que están pinchadas cuando vas hay alguna que quieras catar...

El problema es que no tienes ni puta idea (perdón por mi castellano; estudié en un colegio público) de cuando van a pinchar cada barril (con excepción de los que estén fijos o los que pinchen en la zona Meet the Brewer). Y joder, no te vas a pasar tres días allí metido, levantándote birra tras birra para pasar el rato hasta que llegue la que tú querías probar, ¿no?

Por no hablar del criterio que se sigue a la hora de seleccionar qué se pincha donde y cuando... Vamos, que para saber qué estilo se dispensa en cada tirador tienes que tirar de la guía y de la pizarra todo el rato... Y eso es otro tema; la pizarra y su mantenimiento actualizado.

Vale, el tema de la pizarrita y la campana están bien para que sepas cuando se pincha cada cosa... Pero solo si se mantienen, por un lado la frecuencia de actualización, y por otro el tiempo que se está señalando la nueva cerveza... Porque como toquen cambiar cuatro o cinco barriles a la vez, puede que te pierdas alguno de los cambios, o sencillamente, una vez se ha actualizado el listado, que no coincida lo escrito con lo que sirven en el tirador (algunos clientes me han comentado que pasó en alguna ocasión; aunque yo no lo experimenté).

Y otro tema a debate sería el programar las jornadas profesionales el viernes...

¿En serio tengo que elegir entre cerrar la tienda el viernes para acudir a las jornadas o saltármelas y abrir con normalidad? Porque no jodamos, si he de elegir, mi clientela pasa por delante de cualquier feria, simposio o movida similar. Que al fin y al cabo ellos son los que me darán de comer.

La famosa línea de tiradores

Renovarse o morir


Desde el pasado día 16, la resaca, por así llamarla, del evento, varios clientes me han hablado de sus experiencias en el BBF, y por eso he decidido esperar una semana más antes de poner en claro y por escrito mi opinión al respecto.

Y mi opinión es la de que aunque es un modelo de feria novedoso y muy prometedor, necesita de una profunda revisión si pretende mejorar y cumplir mejor las expectativas de los asistentes. O eso o morir de éxito (generar una expectativas de afluencia de público tan altas que el día que no se cumplan por culpa del desencanto o desinterés del público, las pérdidas económicas la hagan desaparecer).

Por un lado me pregunto si de verdad es necesario presentar más de trescientas cervezas, y si no bastarían con las sesenta y tantas que cabrían en los tiradores funcionando de forma simultánea. Dado el sistema que utiliza la feria para financiarse y financiar la adquisición de la cerveza que se presenta (que no voy a explicar, ya que no me corresponde a mi hacerlo público), es evidente que no se podría ofrecer una feria de tres días en la que se consumieran más de seiscientos barriles de cerveza. No insistiré pues en revisar este punto.

Sin embargo, creo que se podría racionalizar la distribución de los barriles de forma que se pudiese saber qué encontrar en cada momento en cada tirador, y en mayor o menor medida, qué se va a pinchar y cuando.

Podemos empezar dividiendo parte de los tiradores por estilos, seleccionando algunos donde se pincharían solo barriles de ese estilo en concreto. De esa forma no hace falta recorrerse toda la fila si buscas una IPA, una Stout o una belga de fermentación espontánea (por poner un ejemplo), ya que se servirían en unas zonas concretas de la línea de tiradores.

Podemos continuar programando cuando se van a cambiar los barriles, dejando un espacio de tiempo al final de la jornada para apurar los barriles que hayan quedado a medias antes del cambio (las últimas dos horas, por ejemplo). De esta forma la gente sabría cuando se van a pinchar sus cervezas favoritas con un cierto margen de seguridad, y podría racionalizar el consumo, sin que se desperdiciase nada (es decir, de once de la mañana a ocho de la tarde funcionamiento organizado, y de ocho a diez de la noche, exactamente igual que ha funcionado estos tres años anteriores). Estoy seguro de que la experiencia de las ediciones anteriores serviría para hacer esta programación a grosso modo. Vale, puede pensar alguien, eso no interesa porque entonces la gente beberá menos.

¿En serio hay quie se lo cree? Venga ya, hombre... Los asistentes vamos con un presupuesto y cuando llegamos a casa nos damos cuenta que nos hemos gastado el doble o el triple de lo que pretendíamos gastar... ¿De verdad alguien puede pensar que no se va a producir consumo por impulso?

Un aspecto que también necesita de revisión es la división del espacio. Colas que se mezclan con las mesas. Transeúntes que atraviesan las colas ya que no tienen otro sitio por donde pasar. Zonas húmedas en el otra punta de la sala, de forma que para enjuagar el vaso has de atravesar toda la nave y volver a las colas para volverlo a llenar. Expositores ubicados frente a la zona de espera de la pizarra.

En fin. Un caos que puede resultar divertido durante un ratito, pero que al final acaba cansando y agobiando al personal.

Otro cambio que yo haría es el tema de las jornadas profesionales; yo las trasladaría al domingo, de forma que aquellos que no podemos cerrar alegremente nuestro negocio dedicado a la cerveza artesana podamos también participar. Que vale, que es el día de más afluencia de público, pero este año no había ninguna actividad programada antes de las tres de la tarde. En cuatro horas se pueden hacer muchas cosas, ¿no os parece?

Sí, cariño, ya se que te dije que esta era la última y cuando me la acabase nos íbamos... Pero es que está tan rica...


Que nadie se lleve a engaño


Sobre todo que nadie piense que volvimos cabreados y desilusionados de esta edición del Barcelona Beer Festival.

No fue así.

Ni de lejos.

Sin embargo, como ya he explicado más arriba, he compulsado la opinión de varios de mis clientes, que asistieron al evento, y he hilvanado sus impresiones y las mías para formar este tapiz donde pueda parecer que tienen mayor peso las opiniones negativas que las positivas.

Pero nos divertimos. Catamos buenas cervezas y muy buenas cervezas. Tuvimos suerte (o buen criterio) y no pillamos ningún limón. Probamos la comida de algunos de los puestos (poca variedad, pero bastante calidad). Coincidimos con amigos y camaradas. Hicimos contactos comerciales. Anotamos nuevos productos que desconocíamos y que esperamos implantar en la tienda en un futuro. Y nos fuimos a casa cansados, satisfechos y algo más que contentos (tirando de transporte público, por supuesto: locos sí, pero no irresponsables, ¿vale?).

En fin, que lo pasamos en grande.

Pero lo podríamos haber pasado mejor. Y si alguno de los puntos que menciono se pudiese corregir en el futuro, sin duda lo pasaremos mejor.

Salus et Birras...

By Mikel...

jueves, 19 de marzo de 2015

#La Ronda 31: Elaboradores Nómadas, ¿sí o no?

Esta vez La Ronda viene con mala leche. A petición de Adrián Mateos, de Cerveza Rudimentaria, vamos a tratar el tema de aquellos elaboradores que no disponen de instalaciones propias, fabricando su cerveza en obradores alquilados o con la colaboración de sus propietarios.

En su momento ya abordé la evolución que afronta un cervecero desde que empieza a elaborar en un obrador ajeno hasta que monta el propio en esta entrada. Ahora vamos a analizar el fenómeno desde un punto de vista algo más amplio.


Nómada, Itinerante, Gypsy, Marquista


Todos estos nombres se utilizan para definir a aquel cervecero que comercializa una cerveza (o más) sin tener cervecera propia. Y sin embargo hemos de diferenciar entre ellos.

Gypsy, Nómada, Itinerante... Todos estos adjetivos se han utilizado habitualmente para definir a aquel cervecero que no dispone de unas instalaciones propias para elaborar sus recetas, y que tiene que encargar la elaboración de su cerveza a unas instalaciones externas. Puede ser porque se trate de un elaborador que está empezando y no se atreva a dar el paso económico que supone montar las instalaciones hasta que no se asegure de que la aventura merece la pena y su cerveza tiene la aceptación del público. Puede ser que sencillamente no quiera atarse a unas instalaciones y guste de hacer colaboraciones con distintos fabricantes. O puede que, como cierto famoso cervecero dice, lo que le gusta es diseñar las recetas, y deja que quienes disfrutan más fabricándolas las elaboren.

A día de hoy no es un estigma social en lo que al mundillo cervecero se refiere, y es una práctica que se encuentra ampliamente extendida y aprobada.

Por otro lado, el Marquista es aquel comercializador (nótese la diferenciación que hago entre elaborador y comercializador) que quiere vender una cerveza bajo su propia marca, y solicita a un elaborador con instalaciones propias que diseñe la receta (o elabore una propia) y la etiquete con su marca y nombre comercial para poder venderla. Curiosamente, esta práctica no goza de tanta aceptación social como la primera (cuando en ocasiones la relación entre quien hace el encargo y el producto final sea exactamente la misma: te encargo el producto y tú me lo das acabado, sin que yo me involucre lo más mínimo en el proceso).

A mí al menos me choca esta dicotomía en lo que a la apreciación pública de ambos tipos de elaboradores nómadas se refiere; para mí merecen el mismo respeto el diseñador de recetas danés que envía sus fórmulas magistrales por e-mail a una fábrica en Johannesburgo y recibe su cerveza acabada lista para etiquetar y vender con su propia marca como el comercializador español que embotella elaboraciones belgas elaboradas bajo pedido y las trae a España etiquetándolas con su marca.

En ambos casos se les supone que hacen controles de calidad para asegurarse que el producto final tiene las cualidades organolépticas que quieren que tengan, y que la cerveza está lista para su consumo y cumple con los estándares de calidad que esperan obtener... La única diferencia es que uno de ellos diseña la receta, y el otro se limita a indicar qué espera obtener de la cerveza, y es el dueño del equipo quien decide como llega hasta ese resultado. Algo que por otro lado también hace, ya que en función a la calidad del agua, la eficiencia de las instalaciones y el rendimiento de las maltas y lúpulos que utilice van a obligarle a adaptar la receta original para cumplir con las especificaciones solicitadas en la receta que ha recibido de M... Del elaborador que no puede presentarse en la fábrica porque vive en otro país y dedica toda su pasión a diseñar recetas, quería decir...

Pero vamos, que solo era un apunte a nivel personal sobre el tema. Ahora volvemos sobre el asunto principal de La Ronda...


Las ventajas de una elaboración nómada


Evidentemente, la primera de las ventajas es el no disponer de unas instalaciones fijas, con la inversión económica en equipos y permisos que eso supone. De entrada sirve para abaratar la elaboración, algo muy importante entre los cerveceros que empiezan y no saben cómo va a funcionar su receta en el proceloso mar de la birra artesana.

Otra ventaja, sin duda, es el aprovechar la experiencia del elaborador propietario de los equipos, que sin duda ha recorrido un largo camino que muchas veces el cervecero novel no tiene ni idea de por dónde empezar a recorrerlo.

Para cerveceros consagrados, más dados a la colaboración que a la elaboración nómada en realidad, les permite aprovechar el prestigio de la marca elaboradora como vara de medir a la hora de apostar por un producto de calidad contrastable, sin necesidad de asumir la totalidad del coste de la elaboración y participando de forma proactiva en el afinado de la receta.

En ocasiones, lo que busca el cervecero nómada es aprovechar alguna peculiaridad intrínseca de las elaboraciones del cervecero anfitrión, ya sea por su capacidad productiva (tiradas mayores o menores de las que su equipamiento, de tenerlo, le permitiría), o por las cualidades de las materias primas utilizadas (el agua utilizada, que puede tener algunas cualidades que la diferencien y potencien el carácter buscado en la receta, alguna malta o lúpulo autóctonos y de difícil comercialización o conservación, algún adjunto exótico como una hierba local, alguna fruta con Denominación de Origen Protegida, barricas utilizadas para envejecer o madurar algún tipo de alcohol autóctono) que le permitirán dar un toque especial y único a su elaboración que la harán distinta del resto de su catálogo.


Las desventajas de la elaboración nómada


Todo lo que hemos comentado como ventaja se puede considerar una desventaja también:

No disponer de unas instalaciones fijas, aunque permiten abaratar la inversión inicial, nos limita a la hora de elaborar la cerveza, ya que necesitamos ceñirnos a la agenda de disponibilidad del elaborador anfitrión, no al ritmo de las ventas que tengamos.

Las limitaciones de la capacidad productiva de nuestro anfitrión nos va a limitar a la hora de poder comercializar el producto, de forma que si hemos elaborado demasiada y la aceptación no es la esperada vamos a perder mucho dinero, y si la aceptación es superior a la esperada vamos a encontrar un cuello de botella en la combinación de la capacidad productiva y la disponibilidad de las instalaciones. Esto puede suponer que agotemos el producto que hemos puesto en la calle antes de disponer de una nueva partida para distribuir, y eso puede ser muy malo, en un mercado que empieza a estar algo saturado a nivel de oferta local; si el comprador no puede comprar tu cerveza, por mucho que le haya gustado, se va a tirar a por otra de otra marca, que a lo mejor le acaba gustando más, o sencillamente, va a poder comprar más a menudo, y acabará dejando de lado tu cerveza una vez vuelva a estar disponible.

Si necesitamos cambiar de elaborador por cuestiones de capacidad productiva o disponibilidad de agenda, nos vamos a encontrar con el problema de la peculiaridad de las instalaciones que elijamos, incluido el de las materias primas utilizadas, que pueden afectar al carácter de la cerveza y hacer que las variaciones entre lotes acaben siendo demasiado evidentes y nuestra clientela acabe hartándose de las mismas, prescindiendo de ella en función de marcas y referencias más homogéneas.


Necesidad vs. Filosofía


Como hemos visto, hay elaboradores que optan por el nomadismo como recurso necesario mientras se consolidan en el mercado, siendo esta una fase intermedia entre la elaboración casera y la creación del obrador propio donde acabarán produciendo por fin sus recetas bajo sus propias necesidades y condiciones.

También hay quienes directamente no están interesados en la elaboración y sí en la comercialización, los llamados marquistas, que por un lado necesitan la capacidad productiva de las instalaciones y el talento de los maestros cerveceros de la fábrica para diseñar la receta que venderán.

Y los hay que lo hacen por filosofía nómada, buscando precisamente esa variabilidad que proporciona el elaborar cada receta con un fabricante distinto, creando productos diferentes y disponiendo de un catálogo siempre cambiante, en función de con quién deciden elaborar cada receta.

En el primer caso, el cervecero debe asumir que su control de calidad y sobre el proceso de elaboración ha de ser muy, muy estricto cada vez que necesite cambiar de instalaciones una receta, para asegurarse una variabilidad mínima entre lotes. Este elaborador va a tener que estar constantemente afinándola para compensar las diferencias entre lotes, hasta disponer de unas instalaciones propias que le permitan establecer un proceso estandarizado y fijo de elaboración para la misma.

En el segundo caso, el comercializador necesitará ejercer solo el control imprescindible para asegurar la homogeneidad entre lotes, ya que paga por un producto acabado, que el elaborador anfitrión ya sabrá como afinar para obtener resultados óptimos en cada elaboración.

En el tercer caso, el diseñador de la receta controla que el producto final cumple con sus expectativas, exactamente igual que el marquista, ejerciendo tan solo un control de calidad en busca de la homogeneidad entre lotes, ya que el fabricante anfitrión garantizará poner el mismo cuidado en la elaboración que en una de las suyas propias.

Como vemos se trata de tres formas de afrontar la creación de una buena cerveza que tienen muchos puntos en común unas con otras, y en mayor o menor medida, la diferencia más notable se encuentra en nuestra percepción y opinión personal de lo que debería ser el Espíritu del Cervecero Artesano.


Entonces, ¿Sí o No?


Mi opinión personal, que no deja de ser precisamente eso, mía y personal, es que sí, por supuesto: bienvenidos sean los Nómadas, Gypsies, Itinerantes y sí, también los Marquistas.

Bienvenidos sean porque, por un lado, ya dominan el mercado, entre unos y otros, y a día de hoy no vamos a echarlos para atrás sencillamente por no contar con instalaciones propias o de la práctica o el criterio para diseñar una receta (en el caso de los marquistas), pero por otro lado tienen toda la ilusión necesaria para poner a nuestro alcance aquellos sabores, aromas y matices que sus mentes truculentas consideran que pueden interesarnos y apasionarnos.

A efectos prácticos, me merecen el mismo respeto como cerveceros Mikkeller , As, HOPe, Mandril, Balladin, La Mola, To Øl, Menduiña, Anchor, Guineu, Vic, Nogne, Rogue, Domus, Sierra Nevada, Brasserie de la Senne o Naparbier (solo por mencionar a algunos de entre muchos, sin discriminar la forma en que elaboran sus cervezas), independientemente de si disponen de obrador propio, diseñan sus propias recetas o piden que las diseñen en función a los parámetros que establezcan.

Porque todos ellos me dan algo que me encanta:

Una cerveza cojonuda.

Y si la cerveza es buena y la disfrutamos, ¿qué importa el resto?

Salus et Birras...

By Mikel...

miércoles, 11 de marzo de 2015

Muerte por esnobismo: ¿De verdad sabemos lo que queremos?

Hablando con un colega sobre ciertas actitudes relacionadas con ese producto que tanto nos gusta a ambos y con el que esperamos llegar a ganarnos la vida, me di cuenta de una cosa:

Parece que los amantes de la cerveza artesana seamos unos esnobs tontos del culo que no sabemos lo que queremos.

¿Y como llegué a alcanzar ese estado de iluminación cuasi mística que me ha sugerido esta conclusión tan radical, y al mismo tiempo tan reveladora? Sencillo: usando el sentido común y analizando fría y desapasionadamente la actualidad del mercado, en cuanto a oferta y a demanda se refiere.


La demanda del mercado


A día de hoy, el aficionado y consumidor habitual de cerveza de elaboración tradicional o artesana reclama productos de calidad excelsa, con una homogeneidad cualitativa muy alta, y sin variaciones significativas entre lotes. Y al mismo tiempo exige que se sigan unos pretendidos estándares de elaboración en base solo a materias primas sin procesar.

En resumen, el consumidor exige que la cerveza que compre sea perfecta en cuerpo, sabor, aroma y aspecto, con esa espuma densa y pegajosa, y esa carbonatación perfecta, que coincida en todos los baremos posibles con los estándares dictados por la BJCP.

En su afán por conseguir beber esa quinta esencia del a cerveza artesana, de forma inconsciente, la compara con ese único producto que tiene para marcar un punto de referencia: la cerveza de procesado industrial.

Una cerveza que, aunque no satisface la mayoría de sus puntos de inquietud, se caracteriza por su limpieza, su estabilidad y la homogeneidad entre lotes.

O sea, que lo que el cliente quiere no es, ni más ni menos, que una cerveza de procesado industrial con un plus.

Vale, con varios pluses.


La Paradoja del Arte


Curiosamente, el consumidor habitual de cerveza de elaboración tradicional o artesana, exige que se sigan unos estándares durante el proceso de fabricación de la cerveza. Exige que se utilicen solo materias primas sin procesar, y que la elaboración y maduración sigan el proceso natural, ya que la cerveza es un producto vivo...

Es decir, que exige que se siga un mal llamado proceso artesanal para su elaboración, a rajatabla, que implica una serie de variables seriamente reñidas con el resto de exigencias mencionadas en el punto anterior.

Pero claro, puede decir alguien, es que lo que se pide se encuentra en el producto comercializado por varias marcas extranjeras... ¿Por qué no se puede hacer lo mismo aquí?

¿Por qué la cerveza artesana española es más irregular que la que elaboran fuera de España?


Ojos que no ven


Empecemos por dudar de todo lo que no podemos corroborar de forma directa:

¿De verdad estas cervezas artesanas que llegan como producto de importación están elaboradas bajo los mismos estándares que exigimos a la cerveza que se elabora en España?

Porque oye, alguien capaz de elaborar un volumen tan alto de cerveza como para suplir no solo al consumo interno de su país, sino la demanda internacional generada, debe de tener unas instalaciones de producción muy, muy grandes... Y unos controles de producción y calidad muy ajustados... Y la capacidad de ajustar la calidad del producto final de forma muy fina...

Es decir, la capacidad de analizar tanto las materias primas como el producto final a un nivel muy preciso, y de ajustar tanto recetas como procesos para alcanzar una cuota de homogeneidad entre lotes muy, pero que muy precisa.

¿De verdad esa capacidad de análisis y control de la producción se parece en algo a lo que estamos pidiendo como estándar de elaboración a los productores españoles?


Diseccionando la paradoja


Partamos de una base comparativa que a muchos os va a chocar: el vino.

Como la cerveza, el vino de elaboración tradicional se limita a tomar una materias primas, aplicar un proceso cuanto más simple mejor, y comercializarlo cuando está listo.

Sí, he simplificado a los puntos comunes, que son los que nos interesan.

Materias primas, en su mayoría de origen vegetal, maduradas de forma natural y procesadas para obtener un mosto azucarado que pueda ser fermentado por levaduras para obtener una bebida alcohólica con características organolépticas propias y distintivas.

Y sin embargo nadie exige que entre vinos haya esa homogeneidad entre lotes elaborados en distintos años... Ni que un Cabernet sepa igual que un Somontano o un Riesling, ni tenga la misma apariencia o estén elaborados de la misma forma.

Claro, saltará el esnob de turno, es que no hay punto de comparación... La uva madura de forma diferente cada año, en cada suelo, el azúcar difiere de una variedad a otra, así como los taninos, los ésteres...

¿Y eso acaso no afecta por igual a la cebada? ¿O al resto de cereales utilizados para elaborar la cerveza? ¿Y al lúpulo? ¿O es que creemos que cada cereal o híbrido de lúpulo tienen unas cualidades fijas e invariables, que no dependen de las condiciones bajo las que ha sido cultivado, recolectado o postprocesado?

¿A caso el malteado es un proceso místico que consigue homogeneizar in secula seculorum las cualidades organolépticas del cereal, independientemente del suelo en que ha crecido, el agua con que se ha regado, el sol que ha recibido? ¿No existen variabilidades entre plantas de lúpulo del mismo híbrido, dependientes de donde haya crecido y como, de cuanto sol haya recibido la planta, de como haya sido regada, que puedan afectar a sabores y aromas?

Y por último, si en el caso del vino aceptamos y diferenciamos estas variabilidades utilizando como baremos la añada y la región de donde proceden las uvas, ¿por qué no se hace lo mismo con la cerveza?


La base de la cerveza: la malta, el lúpulo y el agua


A día de hoy, las malteadoras compran el grano sin indicadores previos sobre como va a resultar la malta una vez procesada. Una prueba de esto se encuentra en la variabilidad de proteína soluble en cada variedad de malta que declara una prestigiosa empresa belga, que puede llegar a ser de hasta el 25% entre los valores máximos y mínimos.

Y eso dentro del mismo supuesto lote de malteado. Sin tener en cuenta lo que pueda variar el producto de un año a otro. O tal vez sí lo tengan en cuenta, y por eso exista ese margen entre máximos y mínimos. Y lo mismo con las enzimas, el almidón, el color, etc.

Y algo parecido pasa con los lúpulos. En este caso, los productores suelen indicar una media del porcentaje de ácidos alfa que contienen, pero que no deja de ser una media obtenida entre los máximos y mínimos que se obtienen en un muestreo aleatorio.

Y no olvidemos el agua, que ha de mantener exactamente el mismo nivel de sales en disolución y el mismo pH en el mosto de una elaboración a otra.

O sea, que para conseguir una homogeneidad entre lotes de la misma cerveza, el cervecero necesita, en teoría, hacer una serie de análisis previos para asegurarse de que las materias primas se ajustan a unos valores que han de permanecer invariables de un lote a otro, y al mismo tiempo debe de variar la receta entre lotes para asegurarse que los valores finales del producto acabado sean exactamente los mismos lote tras lote.

Algo que una gran cervecera internacional, de la que presumimos un proceso de elaboración tradicional, con una producción lo bastante alta como para abastecer a un mercado local y al mismo tiempo exportar a otros países, puede permitirse.

Pero que muchos elaboradores artesanales, sencillamente, no pueden.


¿Esnobismo o postureo?


A día de hoy, a muchos se les llena la boca (y los blogs) con definiciones afectadas sobre las cualidades organolépticas de la cerveza, sobre las expectaciones o falta de ellas que determinada cerveza les produce.

Porque la birra está de moda, claro.

A día de hoy, a muchos se les llena la boca (y los blogs) elogiando la última elaboración de cerveza ultra cool de Chichinabuznesson From Rekjiavic, aunque no haya quien se la trague sin poner una mueca de asco.

Porque la birra está de moda, claro.

A día de hoy, a muchos se les llena la boca (y los blogs) colgando sus impresiones en Untapp, RateBeer o Beeradvocate sobre qué cerveza acaban de beber, donde y cuanto les ha gustado o disgustado.

Porque la birra está de moda, claro.

A día de hoy, a muchos se les llena la boca (y los blogs) rajando sin piedad a la última elaboración de Chichinabez de Matalascañas, porque la han sacado a la calle verde, está contaminada o no es un calco de la misma cerveza que cataron hace seis meses en la Feria de la Birra Artesana de Chichinabillo de Arriba.

Porque la birra está de moda, claro.

Y porque en el fondo, al fin y al cabo, parece que los amantes de la cerveza artesana seamos unos esnobs tontos del culo que no sabemos lo que queremos.

Y como la birra está de moda, muchos se apuntan al carro sin tener ni puta idea de donde se meten, y eso empeora tadavía más las cosas.


Negar lo obvio y exigir lo negado


Estamos negando que exista una variabilidad en las materias primas que pueda afectar a la calidad final de los productos.

Estamos negando que sea lícito aplicar unos procesos de control de la producción pervirtiendo el concepto de la elaboración tradicional y combinándolo con el concepto de lo artesanal.

Estamos exigiendo que no se modifiquen las recetas y que se mantengan los mismos niveles de calidad y cualidades organolépticas de la cerveza elaborada en España.

Y estamos exigiendo, al mismo tiempo, que se obtengan los mismos resultado que si no se negasen ambos hechos.

¿Estamos locos o qué?


Asumir lo innegable


Llegado a este punto creo que estaría bien recapitular un poco y asumir que hay cosas que son naturales y que no van a cambiar a menos que cambiemos de forma de pensar.

Tenemos que asumir que hay una variabilidad en las materias primas que afectan al producto final, que no se pueden evitar sin un control férreo de la producción incompatible con el concepto que se pretende vender en España de lo que es la cerveza artesana.

Tenemos que asumir que el modelo de explotación que el público quiere que se mantenga en España entre los elaboradores artesanos, es del todo incompatible con los estándares que exigimos a nivel de producto.

Tenemos que asumir que la cerveza artesana es un producto vivo, que puede variar desde el momento en que se embotella hasta el momento en que la consumimos debido a mil y un procesos bioquímicos intrínsecos, que escapa por completo al control del fabricante.

Y por último y no menos importante, tenemos que asumir que la cerveza artesana, ni es, ni debe ser nunca un producto elitista que se pague a precio de oro, de forma que si pretendemos mantener al mismo tiempo el proceso de elaboración artesanal que tanto llenas las bocas de algunos, un estándar de calidad y una homogeneidad tal que no exista variabilidad apreciable entre lotes, se pueda rentabilizar la inversión en instalaciones de elaboración.

Porque señores, los medios de control utilizados por una gran cervecera para mantener la calidad y homogeneidad de sus productos cuesta mucho, muchísimo más que las instalaciones de elaboración con mil o dos mil litros de capacidad productiva cuestan a día de hoy.

Porque a día de hoy, a muchos se les llena la boca (y los blogs) elogiando la cerveza ultra cool de Chichinabuznesson From Rekjiavic, aunque no hay quien se la trague sin poner una mueca de asco. Pero no están dispuestos a pagar por una cerveza de Chichinabez de Matalascañas, no ya lo mismo, sino casi el triple, que es lo que costaría si tuviese que amortizar un equipo capaz de mantener la misma calidad sin incrementar la capacidad productiva.

O sea, que ya podemos ir cambiando el chip y dejando de pedirle peras al olmo...

Y disfrutemos de esa sombrita tan rica para echar la siesta y del arrullo de las hojas para conciliar el sueño que nos proporciona de buen grado el pobre olmo, que bastante tiene con aguantar a todos esos a los que se les llena la boca (y los blogs) con muestras de esnobismo y postureo pidiéndole peras y poniéndole a caer de un burro por no dárselas tan buenas como el peral de Rekjiavic.

Salus et Birras...

By Mikel...

lunes, 2 de marzo de 2015

Primer Taller de Elaboración Casera de Cerveza

El pasado sábado 28 de febrero celebramos nuestro primer taller de elaboración casera de cerveza en las instalaciones de la tienda.


Para la demostración utilizamos un kit KitchenBeer de Mas Malta, diseñado de forma que permite trabajar exactamente igual que con equipos de mayor capacidad productiva. Sin embargo, la receta que elaboramos era nuestra, y no una de las comercializadas por la marca para este equipo.


Al final reunimos a diez asistentes, y contamos con la inestimable ayuda de Miliu Sande, como asistente de mesa y documentalista, y Yolanda, que se encargó de atender en el mostrador mientras duró el taller.


Desde las once de la mañana y casi hasta la una y media vimos todos los pasos necesarios para elaborar cerveza en casa, y además respondimos a todas las preguntas que nuestros amigos y clientes nos plantearon.


Pese a que la idea original era catar una cerveza de una elaboración anterior de la misma receta, esto no fue posible ya que todavía estaba algo verde. No obstante, los asistentes se llevaron una de las botellas a casa para catarlas en unos días, y aprovechamos para catar en su lugar una elaboración de la Zhykuta Pale Ale, la receta que incluimos en los kits KitchenBeer, elaborada hace unos meses y que resultó un ejemplo perfecto de lo que se puede obtener con un equipo tan sencillo como este.


Queremos aprovechar para agradecer a todos los asistentes su paciencia e interés.

Esperamos poder convocar un nuevo taller en pocas semanas.

Salus et Birras...

By Mikel...