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sábado, 27 de septiembre de 2014

Literatura y cerveza: Esencia Oscura, de Tim Powers

Hoy retomamos esta sección del blog en la que mezclamos dos de las cosas que más me gustan; cerveza y literatura. Aunque en este caso el libro al que nos vamos a referir no es un manual de elaboración, ni una guía de estilos, ni siquiera una colección de ensayos: se trata de una novela fantástica, bastante aceptable todo sea dicho, de uno de los autores de fantasía histórica más conocidos del mundo: Tim Powers.

Me refiero, como no, a The Drawing of the Dark, editado por primera vez en España de la mano de Editorial Gigamesh en 1979, y reeditada el año 2000, bajo el título Esencia Oscura.
Portada de la reedición del año 2000 de Esencia Oscura


Asedios, combates a espada, fantasmas, dioses paganos, el Ciclo Artúrico, El Rey Pescador y cerveza, mucha cerveza


Viena, año de Nuestro Señor de 1529.

Las tropas del Imperio Otomano bajo el mando de Suleimán el Magnífico cercan la ciudad. Atraído por el destino, con alguna posible intervención de un misterioso anciano, el veterano mercenario irlandés Brian Duffy se encuentra entre los defensores de la ciudad. Viejo, cansado y con pocas ganas de ver la ciudad reducida a escombros por los turcos, Duffy se descubre orbitando alrededor de la vieja posada Zimmerman, que ocupa el antiguo monasterio y cervecería Herzwesten. Se trata de una antiquísima construcción donde se elabora una célebre y potente cerveza, hacia la que se ven atraídos toda una serie de extraños personajes, sensibles a las fuerzas sobrenaturales que parecen campar por Europa.

Se acerca octubre, y el momento de escanciar la Herzwesten negra, la esencia oscura, una cerveza con una fama increíble de ser la mejor del mundo, algo más allá de la mera concepción de una cerveza terrenal, y más propia de un elixir mágico.

Y Viena no debe caer antes de que eso ocurra, o el destino de occidente quedará sellado...

Sumémosle a esto que el padre de una antigua amante de Duffy, el pintor medio ciego Gustav Vogel, no para de retocar un cuadro para el que se inspiró en los rasgos del propio Brian, añadiendo detalles oscuros y macabros a una pintura casi irreconocible. Incluyamos al monje Aurelius Ambrosius, que calla más de lo que cuenta y que sin duda sabe más de lo que da a entender, al Maestro Cervecero Gambrinus, y a un peculiar loco que cree ser la reencarnación del Rey Arturo, y tendremos el marco completo en torno al que se mueve la trama de esta peculiar novela.

Personajes históricos, criaturas míticas, dioses paganos y las misteriosas fuerzas que gobiernan el destino de os hombres se alinean para un combate final entre las fuerzas de la luz y la oscuridad, que decidirá el destino de la humanidad. Y Brian Duffy no solo se encuentra en medio de todo, sino que parece ser uno de los puntos en torno a los que dichas fuerzas se congregan...

Menuda putada, ¿no?


Una de las primera novelas publicadas por Tim Powers, Esencia Oscura explora muchas de las que en obras posteriores acabaremos identificando como marcas de la casa.

Brian Duffy es el héroe de Powers por excelencia; el héroe viejo, cansado, sin apenas fuerzas, y que se enfrenta a un destino que se empeña en colocarlo en el centro de la acción. Así mismo podremos comprobar como Powers empieza a explorar su peculiar visión de la magia. Una magia salvaje y a la vez sutil, que aunque en ocasiones puede recordarnos a la magia más clásica del género fantástico, cargada de pirotecnia y efectos visuales, aquí se nos muestra vinculada a la sangre y la tierra, capaz de grandes cosas, pero con un gran coste para el oficiante, y al mismo tiempo una maliciosa tendencia a influir de forma sutil sobre las acciones y decisiones de nuestros protagonistas, de forma casi autónoma (algo que resulta más patente en novelas como En Costas Extrañas, que fue la inspiración para la cuarta entrega de la saga Piratas del Caribe, Las Puertas de Anubis, La Fuerza de su Mirada o Declara).


En Esencia Oscura encontramos una muy buena novela de fantasía, pero lo que la hace más interesante para nosotros los amantes de la cerveza, lo que le hace ganarse un puesto de honor entre la literatura cervecera, es que la cerveza resulta ser no solo un ítem de atrezzo en el argumento de la historia, sino un hilo conductor y protagonista por derecho propio.

Curiosamente, el color y el carácter definitorio de la Herzwesten negra resulta ser, no fruto del tostado de las maltas, como todos los buenos cerveceros sabemos que ocurre en realidad, sino la concentración de alcohol y la decantación de la esencia de las elaboraciones anteriores, acumuladas en el fondo de la barrica de maduración. Y bueno, hay alguna cosilla más que influye en su color negro, un detallito sin apenas importancia que dejaré que descubráis por vosotros mismos. Una pista; cuando Duffy la prueba directamente de la espita que hay en la parte más baja de la barrica, de forma, ejem, accidental, empieza a ver y escuchar cosas que no deberían estar ahí...

Dejando de lado la peculiar forma de entender Powers la elaboración de la cerveza, Esencia Oscura es una gran novela de fantasía histórica, no demasiado larga, muy bien escrita (aunque se le nota la bisoñez, ya que la publicó con tan solo 25 años), tremendamente apasionante, y que os recomiendo sin dudar.

Por cierto, ¿os he contado que también salen vikingos?

Me encantan los vikingos...

Y la cerveza...

Salus et Birras...

By Mikel...

sábado, 20 de septiembre de 2014

Kit Kitchen Beer: Más allá de elaborar un kit todo grano

Hace poco os ofrecimos nuestras primeras impresiones sobre el kit Kitchen Beer, muy favorables a la hora de elaborar la receta prediseñada que le acompaña. Dado su pequeño tamaño y la facilidad de manipular y almacenar los componentes de este kit, hemos decidido ir más allá todavía, y ver qué tal se comporta para diseñar recetas propias.



Ajustando el software


Gracias a Byggvir la mayoría de programas que tenemos a nuestro alcance para diseñar recetas de cerveza nos permiten ajustar las características de nuestro equipo en función al volumen que vamos a elaborar. Yo recomiendo ajustarlo teniendo en cuenta que buscamos acabar con un volumen en el fermentador de cinco litros y medio. El volumen del hervido y demás dependerá del tamaño real de la olla con la que trabajemos. Recordad que siempre podemos empezar con un volumen de hervido superior al que vamos a fermentar, calculando que vamos a perder algo de líquido debido a la evaporación y al resíduo que quede en el fondo del hop back junto con los lúpulos gastados.


El primer problema: calcula la eficiencia del sistema


Uno de los mayores problemas con que nos vamos a encontrar al diseñar una receta, es calcular la eficiencia de la extracción de azúcar de nuestro sistema. En este caso y dada la peculiar forma que tiene de enfriar el mosto, yo recomiendo empezar por una eficiencia más bien baja en nuestros primeros experimentos, o en su defecto, prescindir del enfriado por disolución de hielo y utilizar uno más convencional como el serpentín o el intercambiador de placas (si disponemos de ellos, por supuesto; si es nuestro primer equipo y no disponemos de estos adminículos, mejor nos centramos en la botella de agua congelada).

Bien, yo recomendaría empezar por una eficiencia del 40% (sí, lo se; es ridículamente baja) en nuestra primera elaboración. Diseñando en base a esta eficiencia obtendremos unos datos en relación a la gravedad inicial de nuestro mosto, la gravedad final y el porcentaje de alcohol en disolución por volumen. Tomamos nota, pero nos olvidamos un poquito de este dato, ya que a estas alturas es meramente orientativo.

A la hora de efectuar el macerado y el lavado respetaremos escrupulosamente las temperaturas y los tiempos que nos vinieron indicados en la receta original. Sin embargo y debido a que probablemente vamos a utilizar maltas muy diferentes de las de la receta original, resulta imperativo comprobar, antes de dar por finalizado el macerado, que la conversión del almidón se ha completado. Para ello necesitaremos un reactivo químico que podemos comprar en cualquier farmacia, llamado tintura de yodo (que no os vendan en su lugar povidona yodada, el clásico Betadine, que no es lo mismo y no estoy seguro de si funcionará igual debido a la proporción de yodo y la interacción de la povidona). Si al añadir una gota de reactivo a una gota de mosto este se vuelve azul, es que todavía queda almidón sin convertir. Si el yodo no cambia de color, es que todo el almidón se ha transformado en azúcar.

El yodo se vuelve azul porque todavía hay almidón sin transformar en el mosto. Tenemos que prolongar el macerado, en el supuesto de que hayamos alcanzado el tiempo estipulado, y posiblemente subir algo la temperatura del macerador

El yodo no cambia de color porque ya no hay almidón en el mosto. Si ya ha transcurrido todo el tiempo estipulado para el macerado, podemos pasar a la fase de lavado

Una vez acabado el proceso de cocción, el de enfriado y antes de inocular la levadura, mediremos la gravedad inicial de nuestro mosto. Si todo va bien, esta debería ser sustancialmente más alta que la que hemos calculado previamente. Bien, ahora es el momento, mientras esperamos a que fermente nuestra cerveza, de volver al programa de diseño de cervezas y ajustar TAN SOLO el parámetro de la eficiencia del sistema, hasta que la gravedad original que nos proporcione el software sea exáctamente la misma que la que hemos medido.

De esta forma tendremos calibrada la eficiencia del Kitchen Beer sin ningún problema y podremos afinar más los resultados en nuestras siguientes elaboraciones.


Pero volviendo al tema principal de este artículo, ¿es útil para el diseño de recetas el kit Kitchen Beer?

Sin duda, y mucho.

Su pequeño volumen de elaboración nos permite trabajar con cantidades contenidas de grano y lúpulo, lo cual hace muy sencillo realizar varias recetas con bases similares, que en caso de arrojar resultados poco, digámoslo de forma suave, disfrutables, van a ser más fáciles de eliminar sin que nos duela demasiado. Por otra parte el volumen de elaboración nos va a permitir escalar después las recetas con gran facilidad, con pocas variaciones sobre el resultado final de la receta.

Salus et Birras...

By Mikel...

viernes, 12 de septiembre de 2014

La buena cerveza. ¿Cuestión de subjetividad?

Se habla mucho de lo que es una buena cerveza y lo que es una mala cerveza. Y sin embargo la gente sigue sin ponerse de acuerdo en lo que es una buena cerveza. O en si lo que es bueno para unos, es mediocre para otros, o sencillamente infumable para el resto.

¿Y si empezamos por definir lo que es una buena cerveza de forma objetiva?


Objetivamente hablando, una buena cerveza es aquella que se ciñe a los estándares de su estilo en TODAS sus características, está elaborada con materias primas de primera calidad, y se encuentra libre de defectos.

Es decir, que el color, sabor, aroma, contenido de alcohol, el tipo de fermentación y el de grano (si procediera) utilizado en su elaboración, han de coincidir perfectamente con los utilizados en el estandard. Debe de tener la carbonatación correcta acorde al estilo, al igual que el tipo de textura, densidad (cuerpo) y espuma. Y además ha de estar bien elaborada y libre de defectos que puedan afectar a sus características organolépticas.

Fácil, ¿no? Qué más quisiéramos nosotros, pobres consumidores finales, que el que todo fuese tan fácil.


Clasificando lo inclasificable



En muchas ocasiones el problema estriba en que el elaborador, sobre todo el artesano, pretende darle un toque especial y personal a su cerveza para diferenciarla del producto encasillado, y sin darse cuenta, el producto final no tiene nada que ver con el estandard. Y si no se da cuenta de la diferencia entre su cerveza y el estilo bajo el que la quiere comercializar, eso la convierte automáticamente en una mala cerveza. No significa que su calidad sea baja, que sea un producto defectuoso o que las materias primas utilizadas no sean de calidad. Sencillamente no es lo que estás vendiendo, colega.

Por poner un ejemplo exagerado (y rozando el absurdo por la parte de dentro), no puedes pretender vender como una Double Imperial IPA una cerveza aromatizada con tomillo aceitunero y amargada con alcachofa verde, aunque al beberla se te rice la lengua de lo amarga que está, y menos con un AVB del 3%. Porque el estandard de las IPAs exige que el aroma y el amargor provenga del lúpulo, y el Double o el Imperial sugieren una cantidad de alcohol superior al estandard de las IPAs normales...

Con esto no quiero decir que no se puedan identificar las cervezas con aquellos estilos con los que tengan un mayor parecido y añadiéndole “motes” para acabar de definir las características del estilo. Un ejemplo de libro: las Black IPAs, donde pese a lo absurdo del oximorón entre Black y Pale, las cervezas no engañan, ya que tienen todas las características definitorias de las IPAs... Y el mote Black para indicarnos que la cerveza, en realidad, de pálida no tienen nada.

¿Qué pasa entonces con nuestra Double Imperial IPA con tomillo aceitunero y alcachofa verde? Caray, que está muy buena y es fresquita y aromática...

Vale, os voy a explicar un secreto muy secreto, que solo los verdaderos Maestros Cerveceros conocen:

Si no existe un estilo en el que encaje tu birra...

Te Lo Inventas.

Sencillo, limpio y elegante, a la par que funcional.

Si te inventas un estilo que defina tu cerveza (por ejemplo en nuestro caso hipotético y absurdo, podemos llamarlo Artichoke Ale, Alecachofa con Tomillo, o Paranoia de Autor Sin Imaginación para los Nombres), no tienes que preocuparte de que se ciña a un estilo en concreto con el que haya que compartir características. Solo te tienes que preocupar de que no tenga defectos, por un lado, y de que tenga un sabor radicalmente distinto y que guste a la gente (no te vayan a decir aquello de sí, sí, mucho Paranoia de Autor Sin Imaginación para los Nombres, pero esto no es más que una vulgar APA descafeinada con astillas de pino para darle ese toque resinoso).

Y aquí es donde entramos en el nebuloso mundo de lo subjetivo.

Porque, ¿no es posible que lo que unos ven como defectos otros lo encuentren una característica especial del carácter de la cerveza?

Vale, sí, es posible... Pero dentro de unos límites. Es decir, que el defecto en cuestión no debe, ni ser demasiado obvio, ni influir de forma negativa en la apreciación de la cerveza.

Por ejemplo, no pretendas venderme una IPA contaminada con Bretanomices y Acetobacter como si fuese una Saison o una Geuze lupulizada, ni pretendas que una Pale flojita, oxidada, poco carbonatada y sin aroma ni sabor ningunos a lúpulo, es una IPA de estilo inglés. Dos fallos (un defecto de elaboración y un cambio de estilo arbitrario) no hacen un acierto... A menos que seas un reputado cervecero, famoso por sus excéntricas elaboraciones y le pongas unos nombres muy molones al estilo y a la cerveza. Y una etiqueta Cool como ella sola. Y que de paso orines colonia, ya puestos.

Como si quieres hacer una Stout con Bacon y segunda fermentación con Bret para subir grado. Si sabe bien, huele bien y tiene buen aspecto, mientras no la intentes vender como algo que no es, será una buena cerveza. Pero si sabe a vinagreta rancia, tiene glóbulos de grasa licuada en suspensión y no hace espuma ni aunque le eches dos dedos de Fairy al vaso... Por mucho que lo llames Fantasía Porcinstout será un producto imbebible. Mala cerveza objetiva y subjetivamente.


Al final siempre va a tener razón el mismo



Y no, no voy a ser yo. El que tiene siempre la última palabra es el comprador. Los vendedores estamos supeditados a lo que nuestros compradores nos van a exigir en cuestión de calidad. Y por eso hacemos las compras teniendo en cuenta las preferencias de nuestros clientes más fieles, que son los que van a hacernos un mayor volumen de compra.

A veces podemos elegir un producto que a nosotros nos parece que tiene la calidad necesaria para venderse bien, pero siempre vendrá algun cliente que te explicará por qué aquella cerveza no le ha gustado. Normal, lógico y deseable, ya que te ayuda a definir sus gustos, y obtienes feedback externo sobre los productos que vendes. Pero si obtienes muchas impresiones negativas sobre un producto, por mucho que tú creas en él, al final no vuelves a pedirlo, o pides cantidades casi simbólicas para satisfacer a aquellos paladares a los que ha agradado. Sencillamente porque para nosotros esto es un negocio, y si no lo puedo vender, no lo quiero en mi tienda. Lo que yo creía que era una buena cerveza habrá resultado ser una mala cerveza... Al menos para mis clientes, que son los que cuentan.


En resumen, que una cerveza es buena si gusta a quien la compra. Pero para gustarle ha de coincidir con lo que cree comprar, ya que si no, se sentirá engañado, y todos los aspecto positivos que pueda tener la cerveza, se diluyen y desaparecen.

Compliquemos más todavía la cosa, analizando, siguiendo este axioma, una cerveza en concreto, cuyo nombre no mencionaré, pero que podéis identificar por sus características a la que sepáis sumar dos y dos. Es una cerveza con un gran éxito comercial y una agresiva campaña de marketing de la marca que la elabora, pero para mi no es una buena cerveza.

¿Por qué?

Veamos, por donde empiezo... La marca la identifica como una Marzenbier. De entrada podemos aventurar (siempre hay que dejar espacio a la duda, por pequeña que sea) que durante el proceso de elaboración no se ha seguido el ciclo natural de fermentación de la levadura lager, ni mucho menos el de maduración, algo propio del estilo, y básico. Las características del estandard de la Marzenbier implican cierto sabor maltoso, aromas y sabor ligeros de lúpulos nobles, cuerpo medio, salida seca y sin retrogustos excesivos y una graduación alcohólica media entre 5% y 6% AVB...

Y nos encontramos con una cerveza en la que el sabor a malta brilla por su ausencia, el aroma a lúpulos... También. Que además tiene un cuerpo ligero y una salida marcadamente amarga y persistente. Ah, y 7'2% AVB...

¿Que es una cerveza que gusta?

Sí. Es evidente que se vende una barbaridad.

¿Cumple con el estandard del estilo?

No. Ni de lejos.

Sin entrar a opinar sobre la calidad de las materias primas utilizadas en su elaboración (industrial como habréis supuesto por los datos proporcionados), está fuera de estandard con respecto a lo que anuncia la etiqueta, o sea que hablando con la objetividad en la mano, considero que no es una buena cerveza. Sencillamente porque la definición del estilo induce a engaño, y lo que ofrece no tiene nada que ver con lo que podrías esperar.

Pero para el público al que va dirigida, que no es el mismo que suele consumir cervezas artesanales, sí que es una buena cerveza.

Porque este público generalmente no tiene formado un criterio tan rígido en relación al estilo de elaboración. Y en la mayoría de ocasiones desconoce las características básicas de ese estilo, o malinterpreta las frases promocionales del departamento de marketing de la empresa.

Pero es una cerveza que le gusta.

¿La convierte este hecho en una buena cerveza?

Todo es subjetivo... Por mucho que nos empeñemos en objetivarlo.


Hala, tocho sin fotos... Al final tendré que contratar un dibujante para que me haga algunas ilustraciones genéricas para este tipo de entradas... O una sesión de fotos con modelos sugerentes... De copas llenas de cerveza...

Salus et Birras...

By Mikel...

viernes, 5 de septiembre de 2014

Como no disfrutar de una buena cerveza. Errores más comunes y por qué nos joroban la experiencia

Con frecuencia me he encontrado con clientes que me hacen preguntas sobre como se ha de tomar esta o aquella cerveza. Es algo lógico, ya que corren muchos mitos sobre este tema, y me gustaría esclarecer algunos de los más frecuentes y de los que más influyen en la percepción de la calidad de una cerveza.

Esto que sigue no es una ley inflexible e inamovible, como la de Pureza de 1516. Son unas sencillas notas que tener en cuenta cuando nos tomamos una cerveza que, en la mayoría de los casos, no nos va a bajar mucho de los 2 euros, que pueden ayudar a que disfrutemos de su consumo un poquito más, o que si no lo hacemos, seamos conscientes de qué puede influir.


La temperatura


Tengo una amiga que tiene un bar. En este bar tiene un tirador de cerveza. Uno de esos chulos, modernos, cubiertos de hielo, que sirven la cerveza, de cierta marca de elaboración industrial, a una temperatura casi subglacial. No tengo corazón para declararla hereticus por ello, y rompo una lanza en su favor al reconocer que el error no es suyo. El error (la herejía) proviene de la marca en cuestión, que no solo distribuye el tirador, sino que publicita sus supuestas bondades... Y eso hace que la gente la pida así... Inconscientes...

Vamos por partes.

La temperatura de la cerveza afecta a como percibimos su sabor. Una cerveza que se precie debe tomarse entre los 6°C y los 13°C, y servirse lo más cerca posible de los 6°C. Como todos deberíais saber ya, la buena cerveza está repleta de aromas, sabores y matices. Por debajo de esos 6°C, el frio es demasiado intenso para percibirlos (no entraré a explayarme sobre como afecta la temperatura a la volatilidad de los compuestos orgánicos que influyen en la percepción de los aromas), y si la temperatura es mucho más baja, sencillamente nuestras papilas gustativas se insensibilizan y dejamos de percibir muchos matices (¿a quien no le ha pasado que, comiendo un helado, llega un momento que apenas percibe el sabor?). Mientras la cerveza se nos calienta en la copa/vaso/jarra los aromas van cambiando, madurando, evolucionando, afectando al sabor. Por encima de 13°C, la percepción de dichos aromas, sabores y matices puede ser tan intensa que no nos permitan disfrutar de la experiencia, a menos que seamos auténticos connoisseurs (de hecho, uno de los catadores de cerveza más cultos y carismáticos que conozco declara que sus catas personales las hace con la cerveza a 15°C...).

Si bien en una cerveza compleja es una lástima tomarla demasiado fría por lo que nos perdemos, en una lager suave, sencilla, sin apenas matices (la de la marca que instala ese tipo de tirador que tiene mi amiga en su bar se ajustaría a esta categoría) o con matices muy sutiles, es un auténtico crimen, ya que a efectos prácticos acabas percibiendo la cerveza como una especie de agua carbonatada, ligeramente amarga y con algo de alcohol, que puede ayudar, o no, a pasar la sed. Y poco más. De hecho, hay cervezas que, a una temperatura que consideraríamos correcta para una buena birra, resultan imbebibles... Pero eso, como dijo alguien a quien pese a todo sigo admirando, hoy no toca.

Hablemos ahora del conocido mito de que en ciertos países se bebe la cerveza “caliente”...

No, va a ser que no me refiero a esto con lo de "cerveza caliente"... ©TwoSouls 2008

Veamos, la cerveza se ha bebido caliente del mismo modo que el vino: como reconstituyente en las frías y tormentosas noches de invierno. Recetas especiales y especiadas, que se calentaban introduciendo un hierro al rojo en el pichel que caramelizaba los azúcares no fermentados y le otorgaban un carácter especial... Precursoras de las actuales Cervezas de Invierno y/o de Navidad. Una práctica que, salvo con cervezas muy concretas, en sitios muy concretos y en fechas muy concretas, se dejó de realizar casi al mismo tiempo que los hombres cambiaron el tricot en anillas de acero por los gabanes de lana, y las espadas de doble filo por las pistolas con llave de percusión.

Ahora, otra cosa es que en ciertos países se sirva a día de hoy la cerveza a temperatura ambiente (natural o del tiempo, según donde la pidas) en nombre de la “tradición”, lo que sigue siendo un error garrafal, o al menos una costumbre bastardizada y errónea.

La tradición en estos países proviene de antes de que se inventasen los sistemas de refrigeración de los tiradores modernos. Hablamos de una época en la que las horas de luz se dedicaban en exclusiva a trabajar, y que en la que las comidas que se acompañaban con cerveza se hacían a primera hora de la mañana y última de la tarde. Antes de que el efecto Isla de Calor subiese la temperatura de las ciudades entre 3°C y 5°ºC (y eso en los últimos 100 años nada más).

Y aún y así, ¿álguien sabe cuales son las temperaturas medias en, por ejemplo, Londres en la actualidad? ¿O en Munich? Y solo cito dos ciudades de referencia, una por el tema de las cervezas en los pubs ingleses, y la otra por la Oktoberfest.

Veamos, si tenemos en cuenta los datos históricos conocidos sobre las costumbres alimentarias de estos dos países, hasta hace menos de 100 años, el consumo principal de cerveza se realizaba al acabar la jornada laboral, a últimas horas de la tarde, es decir, en las horas a las que había refrescado, o sea, más cerca de las mínimas de las tablas que de las máximas (sin tener en cuenta el diferencial por el efecto Isla de Calor). ¿Qué sentido tiene entonces tomarse, a día de hoy, una cerveza a 26°C porque es la temperatura ambiente en la Plaça Catalunya de Barcelona a las seis de la tarde?


El recipiente


Muerte al vaso de tubo. En serio. Que sí. Y a la caña recta de bar. Caca. No. Fuera. Bueno, excepto para la pilsener. Tal vez. Pero con reparos. Muchos. Y nunca para otro tipo de cerveza.

Es evidente que cada cerveza se saborea mejor en un tipo de recipiente concreto. Puede ser la copa recta de las lagers suaves tipo Plzen o las Weissbiere. O el shaker de las lagers americanas. O la jarra de las Marzenbiere. O el cáliz de las cervezas de abadía. O la copa de cardo para las cervezas escocesas. O la clásica pinta para las ales inglesas...

La forma del recipiente favorece la apreciación del aroma, la retención de espuma, la maduración de los sabores y el disfrute general a la hora de degustar una buena cerveza.

Pero claro, para eso tenemos que disponer de dicho recipiente.


A las malas, intentaremos que el que utilicemos tenga unas características que minimicen al máximo su impacto sobre la experiencia:

Utilizaremos un recipiente de cristal, lo más fino posible para minimizar la transferencia de calor a la cerveza, que enjuagaremos previamente con agua fría, y a ser posible que tenga una boca ancha para permitirnos apreciar los aromas. Da igual que sea una copa ancha para agua o vino, una copa para cerveza, un vaso ancho para whisky o un vaso del tipo zurito. Pero que sea de cristal. Y a una temperatura lo más próxima a la de la cerveza posible.

El plástico nunca es una alternativa viable para degustar una buena cerveza, aunque podría ser aceptable para una cata. El vaso de plástico suele ser demasiado fino y permite que se caliente la cerveza mucho más deprisa de lo que sería deseable. Si se trata de una cantidad pequeña para una cata, probablemente nos permita atravesar todas las fases de maduración de los aromas en un tiempo relativamente corto. Pero para disfrutar de una birra decente...


Y sobre todo, pero sobre todo, JAMÁS escarchéis una copa o jarra... ¿O acaso le echaríais un cubito de hielo directamente a la birra? Además de que podemos bajar la temperatura de la cerveza por debajo de ese mínimo de 6°C ideales para disfrutar de la cerveza. Pues eso: NO a las copas y jarras escarchadas.

No, ni siquiera las que tienen una doble pared con líquido en medio que se congela... A menos que queramos trasegar la birra sin degustarla, claro...

Dicen (al no haberla probado personalmente me guio por la opinión de aquellos a quienes respeto) que se ha diseñado una copa ideal para disfrutar de la buena cerveza. Una copa espectacular, que enfatiza lo bueno y no enmascara lo malo en cuestión de aromas y sabores complejos... El Santo Grial de las copas (sí, lo se; un chiste oportunista, y malo además). Este culmen de la cristalería cervecera se denomina Teku 2.0 y ha sido diseñada y comercializada por la casa Rastal. Y no es barata. Ni fácil de encontrar. Si bien es cierto que existen copias de baratillo de la misma, y que marcas como Mikkeller, Brew Dog o The Lost Abbey la han adoptado y distribuido con su logo como merchandise, la original de Rastal sigue siendo complicadilla de localizar.


Teku 2.0 de Rastal... ¿La copa cervecera definitiva?


El picoteo


Cuidado con lo que comemos mientras pretendemos disfrutar de nuestra cerveza.

Pensad que generalmente (que sí, que hay excepciones, pero lamentablemente pocas) en los bares, donde se sirve la cerveza muy fría y nos colocan un cuenco con frutos secos en salazón (porque con la sal que tienen, hay que considerar la posibilidad de que se trate de un método de conservación arcaico y místico, como el amojamamiento de las momias del antiguo Egipto), lo único que pretenden es que bebas cuanta más cerveza mejor (habitualmente de una calidad ínfima). La mayoría de las veces la sal de estos frutos secos te momifica la lengua de tal forma que no puedes apreciar los matices de la cerveza.

Gracias a Byggvir por los pequeños favores...

Picoteo salado, lengua amojamada...

No hagáis lo mismo con la buena cerveza. Porfi. De verdad. Que es por vuestro bien...

Podéis acompañar la cerveza con frutos secos, evidentemente, pero es mejor elegirlos entre los tostados, ligeramente salados, o directamente al natural. El exceso de sal, picante o cualquier sabor especialmente intenso, nos va a impedir disfrutar del sabor de la cerveza al 100%. Que sí, que es cierto que en la Guía de Maridaje Inverso que os propuse mencioné que ciertas cervezas combinaban bien con ciertos alimentos de sabor y aromas intensos, pero eso era desde el punto de vista de un maridaje. Es decir, de disfrutar de la combinación de comida y cerveza. Ahora hablo del picoteo. Eso que nos metemos en la boca porque nos da reparo tomarnos la cerveza a palo seco.

Buscad algo de sabor neutro, no demasiado graso (los aceites afectan a la retención de espuma de la cerveza, y de nuestros labios pasarán al vaso y a la cerveza), ni demasiado intenso. Y no, tampoco me refiero a que no os toméis una tapa con la cerveza... Si queréis degustar una tapita con la birra, buscad una combinación que maride bien y disfrutad de ambas...

Pero qué manía de mezclar gastronomía con cerveza... Qué finitos nos hemos vuelto, ¿no?


En resumen, que disfrutar de una buena cerveza no es difícil. Pero hemos de tener cuidado, ya que fastidiarla, aunque sea con la mejor de las intenciones, resulta extremadamente fácil.

Bueno, hasta aquí estas reflexiones, que espero os permitan disfrutar de una buena cerveza sin demasiados contratiempos.

Salus et Birras...

By Mikel...